Crónicas del vegetarianismo
Dan las tres de la tarde al mismo tiempo que empieza a marearme el hambre.
Dan las tres de la tarde al mismo tiempo que empieza a marearme el hambre.
Y es que para hacerlo como Dios manda y disfrutar al máximo esa experiencia culinaria, necesariamente hay que bajar a ras de banqueta, perderle el miedo a las grasas —y a su tendencia a establecerse en la cintura al menor descuido—, dominar el asco a los olores, hacerse de la vista gorda con la higiene …
¿Te has preguntado —si es que no la has probado aún—, a qué sabe la carne humana?
No falta el vino ni la carne, la abundancia y opulencia es la única constante.
Quesadillas, huaraches, pambazos y lo que gustes…
Había acabado precisamente de intentar convencer a una clase de estudiantes de que existía una explicación racional del tabú hindú sobre el sacrificio de las vacas.