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Leo Matiz: el ojo detrás del muralismo en México

Admirar una fotografía también es imaginar posibilidades infinitas de las que nunca tendremos respuesta. No sabremos qué ocurría alrededor de ese momento que parece tan violento, tan alegre o simplemente tan cotidiano.

Más que apretar un botón, el fotógrafo traza en su mente la escena perfecta y la materializa, o bueno, no siempre, pues en otras ocasiones basta con estar en el lugar y momento adecuado para retratar una imagen que sorprenda y de la vuelta al mundo.

Del cono sur al norteño

A cien años de su nacimiento, Leonet Matiz Espinoza, mejor conocido como Leo Matiz, fue uno de los fotógrafos más destacados de Latinoamérica y el mundo. Desde los dieciséis años, el originario de Aracataca, Colombia, comenzó a publicar sus primeras caricaturas y fotografías en la revista Civilización al mismo tiempo que buscaba la manera de perfeccionar sus creaciones a través de la educación formal.

Su tenacidad le abrió las puertas de la Escuela Nacional de Bellas Artes en Bogotá y en 1941 emprendió un viaje a México que transformaría su vida en todos los sentidos. En pleno auge del Muralismo mexicano liderado por los pintores José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, el entonces joven fotógrafo quedó sorprendido tanto por el discurso sociopolítico de las obras que retrataban a México después de la Revolución como por la intención de crear a partir de nuevas técnicas y herramientas.

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Los intereses en común fueron el primer paso para entablar amistades que duraron por años y también otras relaciones que se tornaron un tanto más agridulces.

La polémica con Siqueiros

Siqueiros lo invitó a retratar a unos modelos para sus próximas obras, pues con ello se ahorraría el tiempo de realizar el boceto, además de que lograría una imagen más real de la que él podría dibujar. Fue así que guiado por la dirección del muralista, Matiz capturó aproximadamente 500 fotografías mismas que entregó y de las cuales, algunas, fueron utilizadas para la creación de los murales Cuauhtémoc contra el mito, Tormento de Cuauhtémoc y Apoteosis de Cuauhtémoc que actualmente se encuentran en el Palacio de Bellas Artes.

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En cuanto Matiz notó que su trabajo había sido retomado con proporciones idénticas para la obra del muralista sin ningún crédito, publicó el artículo titulado «Ni chantaje, ni mentira» en la revista América en 1947, en la que acusaba a Siqueiros de plagio.

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Dicha situación enfadó tanto al artista que sus brigadas de choque quemaron el estudio que el colombiano tenía en la avenida Juárez y ante el temor de que algo peor pudiera pasar, regresó a su natal Colombia.

Aunque en tierras aztecas su carrera fue truncada, el reconocimiento internacional que poseía le ayudó a colaborar en publicaciones internacionales como Life, Reader’s Digest, Norte, entre otras. En 1997, después de 50 años, Matiz regresó a México para editar el libro Los hombres del campo y un año después, el 24 de octubre, falleció en Bogotá a causa de un mal hepático.

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