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Puros chismes de la alta sociedad

¡Hijos de mi alma! Estoy escandalizada y un poco apenada también, porque nuestro bello Castillo de Chapultepec fue escenario de un suceso un tanto vergonzoso. Como ustedes sabrán, hace unos meses los emperadores Maximiliano y Carlota llegaron a gobernar México.

¡Hijos de mi alma! Estoy escandalizada y un poco apenada también, porque nuestro bello Castillo de Chapultepec fue escenario de un suceso un tanto vergonzoso. Como ustedes sabrán, hace unos meses los emperadores Maximiliano y Carlota llegaron a gobernar México.

Fueron coronados fastuosamente en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México el pasado 10 de abril y, desde entonces, la flamante emperatriz, que se hace llamar Carlota Amalia de México, se ha dedicado a presidir la vida social mexicana, organizando bailes y banquetes a todo lujo, para darse a conocer ante los miembros de la alta sociedad.

Lo malo es que quienes se están dando a conocer son precisamente las socialités nacionales. Evidentemente la emperatriz es una mujer refinada, que nació en cuna de oro y ostenta diversos títulos, como princesa de Bélgica, archiduquesa de Austria, princesa de Lorena y virreina del Lombardo-Veneto. Es refinadísima y para quedar bien con sus súbditos, recientemente invitó a tomar el té a ciertas damitas mexicanas de buena familia. Junto con el té, Carlotita ofreció un delicioso chocolate y pan dulce tradicional a fin de que sus invitadas se sintieran como en casa.

Y tan a gusto se sintieron estas mujeres —no voy a decir quiénes son, para que luego no me anden crucificando por indiscreta— que, ante el asombro y el horror de la nobilísima emperatriz… ¡se pusieron a sopear las conchas en el espumoso chocolate! ¡Qué falta de respeto! ¡Y qué atropello a la… cortesía! Las señoronas dejaron todas las tazas de porcelana embarradas de moronas con líquido café, que daban un aspecto horrible. Y de Carlota Amalia, ¡qué decir! Su expresión era de asco y de asombro. A ver cuándo vuelve a invitar a estas copetudas damas a su palaciega morada.

¡Au revoir!

Vía Modern Met

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