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Todos hablamos mal, ¿o bien?

Todos hablamos mal, ¿o bien?

No olvidemos que «el uso hace la norma», y las normas del español pueden ser muchas y de muy distintos tipos. En México no se habla igual que en España, ni en Madrid igual que en Barcelona, ni en Yucatán igual que en Monterrey. Y si me apuran, no se habla igual en las Lomas que en Tepito. Pero todas las normas son igual de válidas, porque a la hora de hablar no existe el uso correcto o el incorrecto.

Sin embargo, la gente tiende a juzgar cómo hablan los demás y pensar que sólo lo que algunos dicen «está bien» y lo que dicen otros —sobre todo a los que desprecian por diferentes, por pobres, por rurales, por ignorantes— «está mal».

Cuando Pepita Pompa era una niña, oía a sus tías de ascendencia española, a quienes les gustaba «decir las cosas bien dichas», o sea, como hace cientos de años, y ella quiso imitarlas. Y es que las tías hablaban de murciégalos en vez de murciélagos, de legañas en lugar de lagañas, y pronunciaban ostensiblemente la b de obscuro. Así, como ellas, aprendió a hablar la niña.

Pepita Pompa creció con la idea de que pertenecía a la alta sociedad, a una especie de aristocracia —no sabemos a qué se refiere, ya que en México no existen los títulos nobiliarios—. Pero su pretensión de usar correctamente el vocabulario y de parecer una persona mucho más culta de lo que es en realidad, la ha convertido en hablante de otra norma que no es la suya y, por tanto, en blanco de las burlas de los demás.

Así pues, Pepita procura usar las palabras «correctas» en toda circunstancia: «Hijo mío, haz el favor de pasarme la sal de uvas, que necesito eruptar», como si fuera ella un volcán —para colmo, los volcanes no eruptan, erupcionan— y no una señora que eructa.

Además, Pepita suele decir como los madrileños: «Voy a por los niños» en lugar de «Voy por los niños», y que las tortillas —que le encantan— están «calentitas» en lugar de «calientitas». También suele decir filme cuando es película, y escribir vídeo cuando es video.

Siempre que biene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio, a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico, como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor, o de ser hormiga para meterme bien adentro de una cueva y comer los productos guardados en el verano…

César Bruto

Y sigue cuando exige que no tiren al piso las boronas del pan —en lugar de moronas— que no le magullen —en lugar de malluguen— los aguacates porque se hacen incomibles; o cuando de vez en cuando exclama: «¡Eureka!, como decía Arquímides», y cuando exige que respeten el apeído de su familia, aunque dé pie al albur.

Todavía no sabemos si esta forma de hablar de Pepita se debe a que es pretenciosa, a que se quiere parecer a sus parientes españoles, a que no tiene buen oído o a que ingenuamente cree que se está expresando correctamente, y no como lo hace «el vulgo». Quién sabe. Tal vez sea una combinación de todas las posibilidades.

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