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Aldous Huxley, una mente curiosa con pluma de profeta

Considerado por algunos más filósofo que escritor, Aldous Huxley es un referente de la literatura del siglo XX, cuyas letras presagiaron los males de la modernidad.

Sus abuelos fueron un biólogo y un humanista; su padre, Leonard Huxley, fue director de la publicación Cornhill Magazine; su madre, Julia Frances Arnold, es reconocida como una de las primeras mujeres en estudiar literatura inglesa en la Universidad de Oxford. Con estos antecedentes familiares, no es extraño que el joven Aldous —nacido el 26 de julio de 1894 en Godalming, Reino Unido— tuviera un interés particular por desentrañar los misterios de la conducta humana a través de la «disección» de la moralidad moderna.

Tras padecer una enfermedad ocular que limitó su visión, y dejar de lado su interés por la Medicina, comenzó su carrera literaria; ésta inició cuando el destino lo llevó al refugio pacifista de Ottoline Morrel —una aristócrata y mecenas—, en Garsington Manor. En este lugar, abierto en los albores de la Primera Guerra Mundial, se llegaron a alojar las mentes más lúcidas de la época, tales como D. H. Lawrence, Bertrand Russell, T. S. Eliot y Virginia Woolf.

Estar inmerso en ese mundo de pensadores influyó lo suficiente en Huxley como para terminar su primera novela: Los escándalos de Crome —Crome Yellow— (1921), en la que ya se vislumbraba la inclinación del escritor por cuestionar el comportamiento frívolo y cruel de la humanidad.

Libertad o dominación

Tal es el fin de todo condicionamiento: hacer que cada uno ame el destino social del que no podrá liberarse.
Una de sus principales preocupaciones fueron las masas. Para él, lo imprescindible era que las sociedades lograran tener una excelente calidad humana; pensaba que si el ser humano podía mejorar a las máquinas, también podía modificar a su especie a través de la eugenesia, es decir, la reproducción selectiva de los individuos mediante la manipulación artificial y controlada.
Al respecto debe quedar claro que Huxley no era partidario del fascismo; la eugenesia, contrario a lo pudiera pensarse, era una filosofía social muy común entre los intelectuales de la época, como H.G. Wells, Bernard Shaw o Winston Churchill, quienes la reivindicaban como una posibilidad que podría mejorar el futuro de la humanidad.

Parte de esta ideología se refleja en Un mundo feliz —Brave New World— (1932), en el que se expone una sociedad conformada por castas —alfa, beta gamma, delta y épsilon— creadas en un laboratorio y condicionadas para adaptarse, mediante el uso de la droga «soma», al rol que les tocaba desempeñar en la vida y con ello evitar la frustración y el sentimiento de soledad.
Un mundo feliz es también una crítica a la sociedad moderna, la cual basa su felicidad en el consumo, el capitalismo, el uso de las tecnologías, el sexo accesible y las drogas; recursos que para Huxley son más eficientes que los actos violentos o represores que pudiera cometer el Estado para conseguir la dominación de las masas.

Ante todo la paz

Uno de los problemas básicos es poder encontrar los medios con que los extraordinarios impulsos de nuestros instintos y nuesras emociones tengan una expresión que no cause daño alguno a nosotros mismos ni a nuestros vecinos.

De hecho, él no empataba con ninguna de las ideologías políticas en boga —fascismo y antifascismo—; creía, por el contrario, que la guerra debía combatirse con acciones pacíficas, incluso a pesar de su pensamiento pesimista, pues estaba convencido de que la humanidad moderna estaba condenada a un colapso inevitable. Según él, las guerras no se terminaban contraatacando con los mismos medios y violencia, pues habría un riesgo de transformarse en lo que se quería combatir; el pacifismo, sostenía, era la vía por la cual el ser humano podría trascender.

Esta nueva filosofía lo motivó a escribir Ciego en Gaza —Eyeless in Gaza— (1936), una novela que expone la vida de Anthony Beavis, un hombre rico, cínico y hedonista que busca la iluminación y el desarrollo del espíritu mediante el pacifismo y el misticismo tras el suicidio de su mejor amigo.

Muchos críticos la consideran una de sus obras más completas; es reconocida por su estructura narrativa y la manera en que retrata la tensión entre la guerra y el pacifismo con una suave sátira y una profunda reflexión filosófica. Además fue un libro de transición para él, pues después de su publicación decidió emigrar a los EE. UU.

El poder del espíritu

Sólo lo trascendente, lo completamente otro puede ser inmanente sin ser modificado

Durante su primeros años en los EE. UU. se dedicó a escribir guiones cinematográficos; sin embargo, lo que a Huxley le llamaba más la atención eran los temas místicos. Aunque no era una persona religiosa, sentía que no podía basar todo su pensamiento ni sus acciones en la racionalidad. Poco a poco se sumergió en la nueva ola de la espiritualidad a ática que ya se había insertado durante los años 30 en territorio norteamericano. Conoció a Swami Prabhavananda — filósofo y maestro espiritual de la India— y a la escuela Vedanta — sistema filosófico que sostiene que la liberación del ser está más allá de los límites del intelecto y del mundo.

Lee el artículo completo en Algarabía 176.

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