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La comida cursi

El amor entra y conquista por la boca.
Por Andrea Tamayo

Bien dicen que el amor entra por la boca. Y sin intención de alburear a nadie, es evidente que expresamos y recibimos cariño por medio de la comida. Quizá no haya mayor acto de afecto y devoción que el de preparar un platillo a ese ser amado, además de que el ritual de «sentarnos a comer» por lo regular es compartido sólo con quienes apreciamos.

Por ello, durante todo febrero y en especial durante el Día del amor y la amistad, es común regalarnos todo tipo de alimentos. La mayoría dulces —por razones obvias— pero todos con un alto grado calórico: que generan endorfinas y que están relacionados con la sensación de cariño y con la atracción.

Panza llena: corazón contento

Este refrán es verdad plena. ¿Quién no ha sentido gran satisfacción después de zamparse un humeante guiso? O ¿a quién no se le ha bajado el enojo después de calmar el hambre? La comida no es sólo una necesidad primordial sino un placer alrededor del cual gira la mayor parte de nuestra vida —y varias veces al día.

Las madres amamantan a sus hijos no sólo para que crezcan sino porque también se trata de un acto íntimo de cariño. De ahí que la práctica de alimentar al ser querido no sea una banalidad, responde a nuestros instintos más básicos.

Por otro lado, la práctica de cocinar distingue a los humanos de otros animales. A fuerza de ensayo y error la cocina ha derivado en la gastronomía, un arte que se encarga del estudio, la práctica y los métodos para preparar los «sagrados alimentos». Nos hemos esmerado en elaborar platillos deliciosos que satisfagan las lenguas más exigentes.

Miel sobre hojuelas

Pero no todos disponemos del tiempo o las habilidades para cocinar un platillo a la pareja. Por ello, muchos restaurantes y establecimientos aprovechan para ofrecer todo tipo de alimentos que cumplirán con esa expectativa: refrendar nuestro cariño. He aquí una lista de comida cursi que cubre las necesidades de ser empalagosos en esta época en la que todo es «miel sobre hojuelas».

Espagueti a la boloñesa

La cinta La Dama y el vagabundo (1956) es la culpable de que, cuando alguien nos pregunta cuál es un gran gesto de amor, respondamos: «un perro cediendo una albóndiga a su pareja canina». A más de 50 años de su estreno, esta escena permanece como una de las más románticas del cine.

La escena es la siguiente: Golfo, un perro callejero, invita a cenar a Dama, una cocker doméstica, a uno de sus restaurantes italianos favoritos. Ambos se sientan en la calle con música de acordeón de fondo, mientras comparten un plato de espagueti, cada uno va consumiendo, por su lado, la larga pasta, hasta que ésta se va acortando hasta acercar sus hociquitos, lo que induce al primer beso accidental.

Este momento del cine aumentó la fama de la comida italiana como sinónimo de ligue. Quizá sea porque Roma, la capital de ese país, es anagrama de amor; o porque desde hace siglos poetas latinos como Ovidio nos enseñaron «el arte de amar». Por lo que haya sido, ahora la ciudad romana, el país y su comida son símbolos del erotismo y el placer.

Obviamente el espagueti está compuesto por carbohidratos que provocan una sensación de recompensa a quien lo consume. La pasta libera dopamina, sustancia que provoca euforia y refuerza el comportamiento. Por lo tanto, este platillo es adictivo, justo como el amor.

La Dama y el vagabundo (1956)

Chocolates

Blancos, amargos, de leche, con almendras, rellenos de licor, crema, galletas o bombones. Los chocolates son el bocado erótico por excelencia. Comercializados hasta el cansancio, pululan en esta época en la cual es común encontrarlos en cualquier esquina.

En cajas con forma de corazón o envueltos en papel celofán brilloso, los chocolates son la primera alternativa cuando se tiene que regalar «algo» de improviso y sin falla. Resultan confiables pues a casi todos nos gustan —con sus excepciones, claro— y son pocos los que se atreven a rechazar uno.

El chocolate libera en el organismo pequeñas cantidades de anandamida, compuesto químico que provoca una sensación relajada muy similar a la que se tiene después del orgasmo. También aumenta los niveles de dopamina, la misma que libera la pasta.

Los mexicas utilizaban el cacao, semilla de la que se deriva el chocolate, como moneda de cambio y las sociedades europeas lo adoptaron como uno de los alimentos más deseados y prestigiosos. Con el tiempo el chocolate se ha posicionado como un ingrediente de alta cocina y de los preferidos al momento de «consentir» a alguien.

Fresas con chocolate

El azúcar de la fresa combinada con los efectos ya mencionados del chocolate hacen de éste un postre predilecto para estas fechas. Además, en las citas románticas muchas parejas lo comparten boca a boca, lo que implica una connotación erótica evidente. ¿Le darías una fresa con chocolate en la boca a tu hermano? La respuesta es obvia.

Las fresas no sólo pueden ir acompañadas con chocolate, se les puede agregar crema chantilly —crema batida azucarada y perfumada con vainilla— que quizá no tenga los mismos efectos del chocolate pero que también aporta el suficiente azúcar en el cuerpo para hacernos sentir «bien».

Champaña

Al momento de pedir matrimonio siempre es bueno tener alcohol a la mano. Y la bebida más socorrida en estos casos es la champaña. Originaria del noroeste de Francia, su consumo se ha relacionado con las celebraciones desde el siglo XVII, época en la que era bebida por las cortes inglesa y francesa.

Es común ver copas de champaña en las mesas de las cenas románticas. Se trata de una bebida solicitada por los opulentos o quienes fingen serlo, si no, daría lo mismo pedir en voz alta: «¡Mesero! Una botella de sidra para celebrar». Aunque la mayor parte de las veces ni siquiera sea champaña, sino vino espumoso.

Pizza en forma de corazón

Se puede afirmar que cualquier comida en forma de corazón es cursi. Y sí, es cierto. Pero en este caso la pizza es el alimento predilecto de muchos por lo que en estas fechas es posible conseguir pizzas en forma de corazón y que le llegue a la puerta de su casa a la persona amada.

Por qué esta comida es tan consumida y adictiva no es un secreto. Las pizzas contienen un alto grado de grasas y carbohidratos refinados que provocan una sensación de retribución en el cerebro. Además el queso, ingrediente primordial de cualquier pizza que se respete, contiene casomorfinas, sustancias que generan una sensación de bienestar similar a la de algunos opiáceos que sirven para aminorar el dolor.

Además de ser otro de los célebres alimentos de la cocina italiana, la pizza es muy accesible de conseguir, sólo tiene que llamar a su restaurante preferido y ordenarla.

Malteada con dos popotes

A diferencia del espagueti, no hay una película específica que tenga la referencia sobre esta bebida y su particular forma de beberla. Un vaso grande con dos popotes; la escena puede resultar ridícula o tierna —¿qué no lo «cursi» es eso?—dependiendo con quién se haga.

Como la mayoría de la comida antes mencionada, lo particular no es el alimento en sí, sino la forma en que se consume. Una malteada individual no tiene nada de especial pero beberla con dos popotes lo vuelve, en sí, cursi. Además, el azúcar de la malteada activa los mecanismos de recompensa y provoca un efecto de placer inmediato. Tener a la pareja tan cerca, con los ojos sobre el otro, con una fría y dulce bebida, genera el ambiente perfecto para el romance.

Tras esta breve revisión sobre la comida cursi más recurrente, es notable que, si alguien quiere compartirla contigo —y de alguna de estas formas— es porque te ama y tiene la esperanza de que le correspondas.


Andrea Tamayo escribe desde que aprendió a hacerlo y aquí lo hace con mucho gusto para la redacción web de Algarabía. Puedes encontrarla en Twitter como @andychopila

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