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El cuarteto de cuerdas y la democracia

por Arón Bitrán Goren
El cuarteto de cuerdas y la democracia

El cuarteto de cuerdas clásico —dos violines, una viola y un violonchelo—es una combinación instrumental que ha existido de manera ininterrumpida por más de 250 años y que sigue plenamente vigente en el gusto de los compositores de hoy. Desde Haydn, Mozart y Beethoven—trilogía fundamental en su génesis y consolidación—, pasando por todos los compositores importantes del romanticismo, del impresionismo, del siglo XX y hasta los compositores jóvenes de nuestros días, esta agrupación ha ejercido y sigue ejerciendo una fascinación irresistible sobre los creadores de música.

Foto de Pixabay para Pexels.

Hay muchas razones que podrían explicar la persistencia del cuarteto en el gusto de los compositores y por cierto, también en el público, entre las cuales podríamos citar: la similitud y cercanía que, en registro y tesituras, guarda con el cuarteto vocal, forma original de la música polifónica —es decir, música con muchas voces simultáneas— y con la cual todos nos podemos identificar desde pequeños. Otra razón podría ser la austeridad del color instrumental que imponen cuatro instrumentos similares —en oposición a la exuberancia orquestal, por ejemplo—, austeridad que hace que los compositores tengan que esforzarse por encontrar un contenido musical particularmente profundo y a la vez elocuente, pues no se le puede «maquillar» con bombos y platillos.

También podríamos mencionar el hecho de que los instrumentos de cuerda, por ser de los más antiguos, alcanzaron un desarrollo técnico muy considerable antes que otros instrumentos como el piano y muchos de los de alientos.

El que cuatro instrumentistas de cuerda decidan integrarse de manera permanente como cuarteto e intenten realizar una carrera profesional de tiempo completo dentro de la agrupación, viviendo de los conciertos, giras y grabaciones,es un fenómeno relativamente nuevo que data de principios del siglo XX.

Algunos de los primeros grupos que alcanzaron notoriedad internacional en la primera mitad del siglo fueron el cuarteto Amadeus de Inglaterra y el cuarteto Lener, con músicos húngaros, que para nuestra fortuna se refugiaron en México después de la Segunda Guerra Mundial. En la segunda mitad del siglo y de este lado del Atlántico,podríamos mencionar a los cuartetos Juilliard y Guarneri,entre muchos otros. Hoy en día me atrevería a decir que a nivel internacional, no hay más de 50 cuartetos protagonizando la «primera división» de este particular circuito.

Foto de Ylanite Koppens para Pexels.

Me parece interesante indagar en la singular mecánica de trabajo y el tipo de relación que permite a cuatro instrumentistas hacer funcionar algo que a priori, parecería muy difícil por diversas razones. Entre estas razones podríamos mencionar: la ausencia de un jefe, la absoluta paridad jerárquica de los integrantes, la condición intrínsecamente subjetiva de la interpretación musical,la muy intensa convivencia que la actividad concertística demanda —particularmente en las giras—, la casi inevitable incidencia de los variables estados de ánimo de los integrantes en la dinámica de los ensayos, así como la obligación de encontrar soluciones a las disputas que la inminencia de los conciertos exige.

Durante su ya larga vida, al cuarteto de cuerdas se le ha definido de maneras muy diversas. Haydn lo describió de manera muy poética como «una conversación inteligente entre amigos». En el medio de los músicos que nos dedicamos a tocar cuartetos circula otra definición: «un matrimonio, pero de cuatro».

Quizás una definición que podría acercarse a la esencia de un cuarteto de cuerdas sea la de «una democracia perfecta». Cuatro individuos con personalidades, actitudes e ideas a veces radicalmente diferentes que comparten en la misma medida la responsabilidad de encontrar una salida negociada a una serie de problemas de índoles diversas: musicales, de convivencia, económicos, entre otros, sin que exista un jefe y de preferencia, sin recurrir con demasiada frecuencia a las votaciones, puesto que incluso este mecanismo falla, no tanto por la posibilidad de fraudes —poco probable con sólo cuatro votantes—,sino por la de empate de dos votos a dos que dejaría el problema sin solución. Es decir, encontrar un consenso se vuelve algo imprescindible.

Sin embargo, un mecanismo de negociación para llegar a él, similar al que ocurre en otros ámbitos —como el de la política, por ejemplo—,es impensable en un cuarteto, dado que estos mecanismos suelen implicar reducción. En la política, por lo general las minorías perdedoras en una elección se vuelven oposición. Un concierto de cuarteto en el cual uno de los integrantes tocara desde la oposición resulta, además de chistoso, impensable. En la música —me atrevería a pensar que en el arte en general—, la búsqueda de un denominador común suele resultar catastrófica o, cuando menos, neutralizadora de la fuerza del mensaje artístico.

Foto de Clem Onojeghuo para Pexels.

La suma de las diferencias, las tensiones dialécticas que se generan y la continua dinámica que produce el frágil equilibrio de tantas fuerzas son precisamente las que hacen que un cuarteto de cuerdas sea una agrupación tan rica;un todo que es mucho más que la suma de cuatro buenos músicos.

Toda la tensión, el cariño, las diferencias y empatía que hay entre los cuatro músicos, más todo el bagaje emocional y las vivencias que aporta cada uno, hacen que cuatro instrumentos puedan sonar como uno cuando se requiere y —algo más maravilloso— que el instrumento colectivo jamás deje de ser la voz de cuatro individuos.Es la distancia entre estos dos polos la que un músico de cuarteto recorre en cada ensayo, en cada concierto. Por ello me atrevo a afirmar que tocar en un cuarteto es experimentar de primera mano todas las bondades y dificultades de la democracia como sistema de convivencia humana.

Arón Bitrán Goren, es violinista de profesión nacido en Chile y naturalizado mexicano. Concertista, maestro e integrante desde su fundación del Cuarteto Latinoamericano, grupo con el cual realiza una intensa actividad internacional de conciertos y grabaciones. Futbolero empedernido, le va con pasión al Atlas de Guadalajara, aunque gane.

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