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Estudios Churubusco

El Hollywood de México.

El proyecto de crear los Estudios Churubusco apareció en 1943. En cinco hectáreas ubicadas en la colonia Country Club se encuentra gran parte de la historia de la industria fílmica nacional, y los tacos de la Güera inolvidables los de huevo con pasilla.

El comienzo

Inaugurados en 1945 con la filmación de la película La morena de mi copla, de Fernando Rivero, los Estudios Churubusco se han desarrollado a la par de nuestro cine, evolucionando con cada época. Su construcción resultaba necesaria debido a que los estudios para cine existentes en México no se daban abasto para la producción cinematográfica que se realizaba en aquellos años. Los primeros inversionistas del proyecto fueron Howard Randall y Harry Wright; sin embargo, el proyecto se pudo concluir gracias a un grupo encabezado por el empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta.

Desde 1958 han sido administrados por el gobierno de México. Están entre los cuatro grandes estudios de la Época de Oro del cine mexicano —junto con Estudios América, Estudios San Ángel y Estudios Tepeyac—. Además de los Estudios San Ángel —ahora Televisa San Ángel—, son los únicos que siguen en operación actualmente. Se estima que 95% de las películas producidas en México desde el año 2000 han usado muchos de sus servicios e instalaciones.

Olores, momentos y recuerdos

Pero esto es historia… Yo quiero compartir los momentos, olores y recorridos por los Churubusco en mis años de niñez y adolescencia.

Hacia 1975, mi madre, una mujer enamorada de su trabajo más que de nada en el mundo —como gerente de producción—, me llevó por primera vez al foro 4, donde se filmaba El Apando —basada en el libro de José Revueltas en el que cuenta su paso por las celdas de castigo de la cárcel de Lecumberri—, bajo la dirección de Felipe Cazals, fotografía de Alex Phillips Jr. y las actuaciones de Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Delia Casanova y Manuel Ojeda. Ahí presencié una escena dantesca: la de la muerte de «el Carajo» por parte de los guardias de seguridad. Yo tenía 8 años.

A partir de ese momento me convertí —o sentí que era— propietario del lugar, lo caminaba todo, entraba a todos los foros sin importar quién estuviera filmando. Iba mucho al back lot, donde los hermanos Gurza tenían cientos de animales. Recuerdo con mucho cariño a los chimpancés y al tigre, un animal enorme que provocaba gran expectación; para llegar ahí había que recorrer todos los estudios, que no sé si por mi edad resultaban como un viaje a Acapulco, eran enormes. Un poco al sur estaba el Pueblo Vaquero, la verdad es que nunca entendí muy bien por qué o para qué fue hecho, seguramente para algún western del que nunca fui testigo; de noche era un lugar lúgubre que disfruté con algunos amigos jugando a las escondidillas.

En el restaurante vi muchas veces a Emilio «Indio» Fernández en una mesa larga; él se sentaba solo con su pistola, una botella —o dos— de Sauza Hornitos, y ahí iban llegando desde Felipe Cazals, Alex Phillips, Blanca Guerra y Lucha Villa, hasta Angelica Chaín, Merle Uribe y otras actrices que entonces hacían de «ficheras». «El Chupis» era el mesero que atendía la mesa de mi madre quien, normalmente, al tercer trago que servía él ya llevaba diez.

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Afuera estaba también la señora de los tamales en su bicicleta, que me contaba historias: «Mijo, yo le hacía dos tortas de tamal verde a Tin Tan, con dos atoles de canela, pero bien calientes, él me abrazaba y me daba doble propina; el condenado siempre venía con unas viejas bien buenas.»

También convivía mucho con los técnicos, los que no se ven, los que hacen el trabajo duro: cargan lámparas, cables, tramoya, cámara, sonido. Lo mejor era comer con ellos, se hacían sus tacos placeros —chicharrón, aguacate, epazote y harta salsa— y eran grandes maestros del albur. Algunos de esa época, los mayores, los jefes, habían trabajado con los grandes como María Félix, el «Flaco de Oro» Agustín Lara, Pedro Infante y Tin Tan.

Trabajé en varias películas más, pero en esos días entendí que no podía pedirle absolutamente nada más a ese lugar, me había dado el gran placer de conocer a todas estas personas de nuestra industria y pasar horas de diversión y esparcimiento; también me había hecho crecer. Gracias por tanto y por todo a mis queridos y recordados Estudios Churubusco.

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