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De vuelta a casa

Esta versión de El Hombre Araña va dirigida tanto a fanáticos que lo conocen bien —desde cómics, dibujos animados, anteriores películas— como también a nuevos espectadores.

Cuando se anunció hace un par de años que finalmente Sony había dado su brazo a torcer para que el enorme imperio de Disney/Marvel usará a Spider Man, su propiedad intelectual mejor valuada, los fanáticos reaccionaron con emoción después de los irregulares resultados del reboot que Sony había hecho del personaje (The amazing Spider man, 2012) y aún con mayor expectativa después del solvente cameo que el joven arácnido hizo en Civil War (2016).
Empezando in media res, la película del cineasta Jon Watts presenta al joven Peter Parker —Tom Holland— realizando un vídeo con su celular sobre su fugaz aparición peleando contra el Capitán América y su bando, mientras narra con desbordante entusiasmo lo cool que era estar ahí. De regreso en Nueva York, Parker regresa a enfrentar un reto que quizá sea igual de intimidante: sobrevivir al bachillerato con sus usuales obstáculos y arquetipos.

Viviendo con una joven y atractiva Tía May —Marisa Tomei—, Parker debe encontrar un balance entre la vida escolar y la necesidad de enfrentar problemas más serios como superhéroe, oportunidad que surge cuando un ex empleado de limpia de la ciudad —Michael Keaton— es desplazado de su trabajo por el gobierno federal, lo que lo lleva a robar armas alienígenas, enfundado en un traje alado, para modificarlas y traficarlas, pero el megapopular Tony Stark —Robert Downey Jr.— intentará guiar al joven Parker hacia un camino más seguro.
Ahorrándonos la ya bien conocida historia de origen del personaje, el gran mérito de esta entrega es recuperar algo que la audiencia había perdido hace ya bastante tiempo con este universo: el entusiasmo genuino. Holland interpreta al Spiderman más joven y con ello aprovecha la oportunidad de salpicar de ingenuidad y carisma un universo cinematográfico demasiado consciente de sí mismo al punto de un invencible cinismo.
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Por otro lado, el villano interpretado por Keaton representa a un hombre que ha sufrido las consecuencias económicas de la irrupción de los Vengadores en el mundo, un discurso involuntariamente político contra una élite particular: la de los superhéroes coludidos con el gobierno federal, desplazando a trabajadores como el personaje de Keaton y sus secuaces.
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Sin embargo, cerca del final, el giro dado al personaje le otorga un matiz inesperado y crea la secuencia más tensa de la película con Peter Parker, sin necesidad de un sólo efecto especial más que la electrizante química de Keaton y Holland así como la precisa dirección de Watts, que logra difuminar los pocos momentos flojos dentro de la película, que en su mayoría es un espectáculo de aires a la John Hughes, cuyo sello distintivo es hacernos cómplices del asombro y no sólo espectadores del mismo.

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