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De ida y vuelta

Primero conocimos la historia del pez payaso Marlin que atravesó el océano para encontrar a su pequeño hijo, en compañía con la desmemoriada pez Dory; ahora, Nemo y su padre deben encontrarla.

Pixar, el estudio que siempre se abocó a poner inventiva antes que lucro en su respetada filmografía se ha visto en la necesidad de entrar en el juego de los sistemas de estudios –cadenas de producción al fin y al cabo– al transformar varios de sus icónicos filmes en franquicias narrativas de incalculable valor.
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Tal movida ha tenido sus sublimes picos (Toy Story 2 y 3; 1999, 2010) así como ha tocado penosos abismos (Cars 2, 2012) y ahora el turno es de la híper popular Dory, quién hace ya 13 años se robará la película Buscando a Nemo (2003) de sus protagonistas.
Conoce también lo que hay detrás de la animación
Aunque Pixar siempre ha hecho hincapié en que no hacen secuelas si no hay una buena historia detrás, la volatilidad de sus últimos trabajos y el anuncio de una cuarta parte de la satisfactoriamente concluida saga de Toy Story no parecían pintar un panorama favorable para Buscando a Dory, que en esta ocasión pone a la olvidadiza pez al centro de una casi proustiana búsqueda de sus padres, a quienes perdió cuando era una pequeña pez.
Ahora apoyada por Marlin y Nemo, Dory habrá de llegar hasta un novedoso acuario en California.
El gran mérito de Andrew Stanton, director de ambas películas de la saga, yace en la creación de personajes tan vividos como complejos, diseñados con impecable gusto e inteligencia y encarnados por extraordinarios trabajos vocales. Si en su momento Dory –Ellen Degeneres, y en español Patricia Palestino–, se convirtió en un personaje emblemático, la nueva creación es el irritablemente lacónico pulpo Hank –Ed O’ Neill/ Gabriel Pingarrón–, quién aterrado por sus traumas en el mar desea vivir en la tranquilidad de una pecera.

Aunado a esto, Stanton y su equipo mantienen en el montaje de sus secuencias una serie de peripecias que en su cumbre emulan la anarquía y delirante sinsentido de los filmes de los Hermanos Marx (Duck Soup, 1933), particularmente en una secuencia cerca del final que involucra un camión de transportes.
Sin embargo el gran problema es que a pesar de sus aciertos y virtudes, Buscando a Dory no se unirá a ningún canon dentro del legado de Pixar ¿la hace eso no meritoria? En absoluto y aunque despertará el amor de varios fanáticos del filme original, de ningún modo alcanzará a ser tan entrañable.
Con disparatado encanto, innegable ternura e impresionante despliegue de fotorrealismo, Buscando a Dory no es más que una revisión del filme original, «una vuelta en U» que nos regresa al mismo punto, aunque sea un recorrido familiar y en círculos, eso no disminuye su goce.
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