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Cadáver

cadáver

Todos hemos escuchado y dicho alguna vez la palabra cadáver; es más, convivimos con ella diariamente, la esquivamos, la buscamos, la ignoramos y la utilizamos con más frecuencia de lo que creemos, pero, ¿sabemos qué quiere decir?


Frases como: «Oye, tú, ¿qué te pasó?, pareces cadáver», «Caite cadáver», «En los últimos informes se asegura que aún no se ha identificado el cadáver» o —en literatura— «De ojos grandes y rostro cadavérico», son cuestión de todos los días.


En los periódicos es de lo más común encontrarla, sobre todo en la nota roja y, últimamente, las series de televisión —del tipo csi— o películas —como El cadáver de la novia (2005), de Tim Burton— la invisten de significados más amables, aunque no menos tétricos. Nuestra familiaridad es tal, que sabemos que usarla en un velatorio no es muy «sensible» que digamos, pues ahí no hay «cadáveres», hay «difuntos» o «cuerpos».


Pasemos, pues, a la sustancia, al plato fuerte, a la parte «chimengüenchona» —como diría Beto «El Boticario»—: una teoría afirma que cadáver proviene del proverbio latino Caro da la vérmibus, que quiere decir «carne dada a los gusanos», formando, con la primera sílaba de cada palabra, una nueva: ca ̆-da-ve ̆r. Se dice que los romanos escribían esta frase en los sepulcros, aunque no se han hallado vestigios de ello.

Cadáver

Otra teoría asegura que cadáver viene del latín cade ̆re: «caer» y significa «cuerpo caído»; por eso, cuando los mexicanos decimos «caite cadáver» para pedirle a alguien que pague la cuenta, en realidad estamos cometiendo un pleonasmo.1

Muchos versos se han escrito a propósito de estos «cuerpos caídos» y a continuación les comparto uno que me gusta, por ser la versión optimista del fatídico acontecimiento que nos llevará a todos a ser cadáveres. Se trata de un fragmento de Ante un cadáver, de Manuel Acuña:

«Que al fin de esta existencia transitoria a la que tanto nuestro afán se adhiere, la materia, inmortal como la gloria, cambia de formas; pero nunca muere.»


1 Resulta curioso que cuando uno todavía no está «caído» —cadáver—, pero tampoco está parado firmemente, está in-firme, o sea, enfermo.

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