El soborno

Es por demás sabido que Jorge Luis Borges nunca recibió el Premio Nobel, aun y cuando es —y era considerado en vida— uno de los escritores contemporáneos más importantes, no sólo de lengua hispana, sino de la literatura universal.
A diferencia de la mayoría de los
 escritores latinoamericanos, que los
 europeos y norteamericanos consideran 
«pintorescos» y hasta en cierto modo «tropicales» —Gabriel García Márquez y su realismo mágico, Fuentes, Cortázar, Vargas Llosa—, Borges era considerado uno de «los suyos», un grande en toda la extensión de la palabra, por sus temas, por su manera de ver el mundo y por su magistral y perfecto uso del lenguaje. Es también sabido que Borges nunca tomó una postura política, porque, como él mismo decía: «Detesto la polémica», y su literatura fue siempre neutra. Afirmaciones como ésta lo comprueban: «Yo tenía entendido que sólo existía buena o mala literatura. Eso de literatura comprometida me suena a equitación protestante». Esto le costó el Nobel, tal y como lo demuestra la anécdota que reproducimos a continuación y que fue contada por María Kodama, su viuda, a Carlos Cañete:1 Tomada de Pilar Bravo y Mario Paoletti, Borges Verbal, Buenos Aires: Emecé, 1999.
«Cuando Pinochet estaba en el poder en Chile, alguien muy próximo al jurado del Nobel llamó a Borges por teléfono y le dijo que era muy posible que se lo dieran ese año, pero que si iba a Chile a recoger el premio que le habían propuesto, no se lo darían ni ése, ni ningún año. Pocas veces he visto a Borges tan serio y resolutivo; recuerdo que dijo: “Hay dos cosas que un hombre no puede consentir: ni sobornar, ni ser sobornado; si no pensaba ir, después de lo que usted me dice, mi deber es ir”, y le colgó. Todo el mundo conoce esta anécdota, pero yo puedo dar testimonio de ella porque estaba presente.»