En algún lugar – Algarabía https://algarabia.com Algarabía Fri, 06 Dec 2024 22:53:31 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://algarabia.com/wp-content/uploads/2021/06/favicon.png En algún lugar – Algarabía https://algarabia.com 32 32 Fin de semana en Seúl https://algarabia.com/fin-de-semana-en-seul/ Fri, 06 Dec 2024 22:53:29 +0000 https://algarabia.com/?p=92472 Las anchas aceras de Seúl, capital de Corea del Sur, se desbordan de peatones y los coches detenidos en las avenidas no encuentran escape. Estoy apretujada en el tumulto de carne y lámina de la segunda megalópolis del mundo. El cielo azul apenas se asoma tras los edificios que forman un horizonte artificial. Frente a mí está el Railway Bridge, que en realidad son cuatro puentes masivos de piedra y acero por donde circula el metro con un trote ágil y ruidoso. Desfilan ante mí un vagón tras otro; decido seguir a uno, desaparece a lo lejos y clavo mi vista en el nuevo escenario: el río Han. Estoy parada en su ribera verde, amplia y diseñada para recorrerla a pie o en vehículos no motorizados.

A las orillas del Han

A inicios de este siglo, Seúl fue objeto de una transformación para convertirla en una ciudad más habitable. Se construyeron o remodelaron espacios públicos y naturales que invitan a sus habitantes a salir y divertirse. En ellos, se forjan un fin de semana tras otro las tradiciones del siglo XXI. Así que, para adentrarme en esta megalópolis renovada, me dejo llevar por el río Han, cuya ribera es un excelente ejemplo de la transformación de Seúl.

Río Han al atardecer

Pedaleo mi bicicleta rentada sobre la pista, flanqueada por pasto y matas silvestres, mientras las familias comienzan a llenar los juegos infantiles con sus risas en esta tarde de viernes. Al dejarlos atrás, el silencio se extiende poco a poco hasta asentarse. Los edificios no dejan de emerger a mi paso, pero la naturaleza que se cuela entre ellos suaviza el paisaje urbano. A mi izquierda, los edificios de departamentos alternan con pinos y enredaderas; a mi derecha, el anaranjado atardecer es tinta que corre por el río y telón de fondo de los edificios de Gangnam, distrito financiero y pudiente.

Llama mi atención el parque Yeouinaru abarrotado de pequeñas tiendas de campaña, así que devuelvo mi bicicleta para explorarlo. Los coreanos trabajan muchas horas, pero también han de pensar que en la vida hay más que el trabajo y la escuela, y que existen los amigos y la ribera del río Han para reunirse con ellos. Las noches de los viernes vienen y rentan un kit que incluye un par de sillas plegables, dos tapetes plásticos y la tienda de campaña, todo perfectamente acomodado en un vagón rojo que jalan desde el puesto de renta hasta la ribera. La cena huele a puerco y pollo asados que compran en uno de los tantos puestos callejeros a la redonda. Otra opción es ordenar comida y recibirla de los servicios de entrega en uno de los diferentes puntos de entrega establecidos a lo largo de la ribera, porque la entrega a domicilio ya es una tradición en la ciudad.

Me siento en una banca de madera en la Marina Seúl y me dejo acompañar por la brisa nocturna y las baladas románticas de un dueto amateur. La hiperactividad de la ciudad queda atrás. Para los que estamos aquí, no hay mejor manera que ésta de empezar el fin de semana.

Bienvenido a hanok

Hanok en el barrio antiguo de Bukchon

La mañana siguiente, abro los ojos y lo primero que veo son las vigas de madera del techo. Me estiro y me siento bien descansada luego de haber dormido sobre un colchón en el piso. Me hospedé en uno de los varios hanok —casa tradicional coreana— transformado en hotel en el barrio antiguo de Bukchon. La habitación es acogedora por sus muebles de madera, al igual que su piso e intrincada cancelería tallada que acoge las ventanas de papel.

Corro la puerta para salir y veo las demás habitaciones organizadas en torno al pequeño jardín central, que tiene en una esquina un conjunto de arbustos bañados de rocío. Me encuentro con mi anfitriona y aprovecho para preguntarle por qué los coreanos dormían, comían y trabajaban sentados sobre el piso. Los pájaros trinan como si quisieran responderme mientras ella me explica que se debe al sistema de calefacción tradicional, ondol, que calentaba el piso durante los inviernos de temperaturas bajo cero. Se echaba leña en hornos y el calor se dispersaba por los ductos subterráneos para calentar las diversas capas del piso: lajas de piedra, barro y el papel tratado con aceite en la superficie. Actualmente, los ductos del ondol transportan agua caliente.

Cosplay tradicional coreano

En el mismo barrio de Bukchon, visito el Palacio Changdeokgung, el mejor preservado de los cinco de Seúl y construido por la dinastía Joseon (1392-1897) para vivir en él. Por su vasto terreno, abundan los pabellones de madera de paredes rojas, puertas amarillas, plafones con motivos en verde y azul, y tejados negros rematados por figuras de demonios para proteger al edificio —según la creencia—. Pero lo que más llama mi atención son las decenas de jóvenes que pasean portando la vestimenta tradicional en variados colores y que hoy los coreanos usan para ocasiones especiales: el hanbok. La versión femenina consta de una blusa de cuello y manga larga, y una falda acampanada hasta los pies que se ajusta debajo del pecho; mientras que la masculina, tiene una chaqueta a la cadera o a la mitad de la pantorrilla y pantalón amplio para poder sentarse en el piso, por supuesto.

Jóvenes vestidas con hanbok de visita por el Palacio Changdeokgung

En el Jardín Secreto, antes reservado para la familia real, mi curiosidad me lleva a acercarme a una pareja. «¿Que por qué venimos vestidos en hanbok? Porque es divertido escogerlo en las tiendas de renta e imaginar que somos la realeza», me responde la mujer sonriente en su blusa roja y falda azul marino con encaje beige que integran su hanbok. «Y compartir las fotos en redes sociales», añade el hombre. Yo me divierto imaginando que las visitas de los jóvenes cada fin de semana hacen florecer a los lotos de los estanques del Jardín Secreto y despertar a sus quioscos del sueño en el que acogen encuentros, como cuando los emperadores venían aquí a relajarse de las presiones de gobernar.

Paz y barullo

Ya es tradición que la calle Insa-dong, ubicada en el barrio cultural del mismo nombre, se cierre al tránsito de vehículos cada sábado. Tanto turistas como locales visitan sus galerías de arte contemporáneo y de antigüedades; tiendas donde comprar tazas, platos y floreros tradicionales de celadón —porcelana verde—, así como productos coreanos de belleza, una industria pudiente. La alegría tiene el sonido de las pláticas animadas de los comensales en los restaurantes callejeros y de las sartenes que fríen la carne que comerán. Yo prefiero comprar a una pareja de ancianos una bolsa generosa de castañas recién tostadas sobre el comal.

Insa-dong está cada vez más concurrida y es momento para mí de escapar a un lugar donde pueda estar de nuevo a mis anchas. Escojo recorrer el gran parque Namsan en un autobús de la línea N. El parque acoge el Teatro Nacional de Corea y la Librería Pública de Namsan, cuyos edificios contemporáneos contrastan con secciones de la muralla de piedra, Hanyangdoseong, que protegía la antigua ciudad. Llego a la cúspide del monte Namsan, ocupada por la Torre de Seúl, que cuenta con un observatorio para ver la ciudad en 360 grados. Prefiero asomarme por el mirador gratuito, sin vidrio de por medio, a admirar esta ciudad que logró transformarse no sólo para ser más habitable, sino también divertida con sus tradiciones del siglo XXI. Me despido de los primeros árboles otoñales del parque, del río Han y, a lo lejos, del horizonte natural de Seúl formado por sus cerros rocosos.

Vista de Seúl y de su muralla restaurada

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Viaje espiritual a Angkor https://algarabia.com/viaje-espiritual-a-angkor/ Fri, 23 Aug 2024 19:28:58 +0000 https://algarabia.com/?p=91835 Vine a Angkor a encontrarme con las dos doctrinas espirituales que más me atraen: el budismo y el hinduismo, que, curiosamente, contrastan entre sí. El budismo y la práctica de la meditación han tranquilizado mi mente, mientras que el hinduismo me divierte con las innumerables historias donde se entrelazan sus miles de deidades y respectivas encarnaciones ataviadas en colores fosforescentes.

La zona arqueológica de Angkor comprende más de 40 templos,
construidos entre los siglos VII y XV de nuestra era bajo el Imperio jemer.

Angkor Wat y el hinduismo

Construido como la capital del Imperio jemer y el templo a Vishnu, dios de la preservación, Angkor Wat no podía ser menos majestuoso de lo que es. Es tan grande y tiene tantos detalles seductores como sensuales, bailarinas apsaras de curvas pronunciadas y tocados elegantes, que uno tarda más de un día en apreciarlo. Así que no demoro el encuentro que me trajo aquí: visitar los bajorrelieves tallados con episodios del Mahabharata y el Ramayana, los textos épico-mitológicos de la India, sobre las osadas aventuras, trágicas desventuras y maliciosas intrigas por las que pasaron deidades, héroes y villanos.

Vista aérea de Angkor Wat, el templo más grande jamás construido.

Angkor Wat, el templo más grande en la historia, honra al Mahabharata, el poema más largo jamás escrito, con el bello bajorrelieve sobre la Guerra de Kurukshetra, el clímax de esta obra, en la que morirán todos los guerreros salvo los cinco comandantes del bando victorioso. Esta guerra pone fin al largo conflicto por el trono de Jastina Pura entre los Pandavas y los Kaurava, primos de dos ramas de la familia real y que crecieron como hermanos bajo el mismo techo.

Decenas de soldados en el bajorrelieve escoltan a Arjuna montado en un elefante dirigido por Krishna, una de las tantas encarnaciones del dios Vishnu, para enfrentar a Karna, comandante del ejército enemigo. Arjuna tiene el rostro encendido de enojo y el bícep exaltado a punto de lanzar la flecha que mata a Karna. Su triunfo se convierte en desconcierto y tristeza cuando su madre le revela que Karna era su medio hermano; esto es sólo una pequeña probada del intenso drama familiar del Mahabharata que me cautivó.

Bajorrelieve en el que Arjuna asesina a su medio hermano Karna durante la batalla de Kurukshetra,
narrada en el Mahabarata.

Después me dirijo a la cima de Angkor Wat, cuyas cinco torres se afilan con la altura y representan el Monte Meru, la casa de los dioses del hinduismo. La torre central es tan empinada que tengo que ayudarme con las manos por las escaleras exteriores, como si escalara un monte de verdad. Desde lo más alto, me maravillan el cielo azul infinito y la vista aérea de Angkor Wat, que es una representación del universo hindú:en un primer plano, un par de galerías concéntricas con sus torres representan las sierras circundantes del Monte Meru.

Más abajo está la Terraza del Honor, una gran superficie cubierta de pasto con un par de estanques artificiales donde viven flores de loto. Más allá, el portal de piedra se extiende como una muralla que encierra el área de Angkor Wat y para concluir, la fosa representa los océanos míticos que rodean la tierra. Sigue llenándose de agua a pesar de su inmensidad y de haber sido construida en el siglo XII, bajo el reino de Suryavarman II.

Angkor Wat y el budismo

A las 5:00 de la mañana ya me espera afuera de mi hotel Samnang para llevarme a Angkor Wat en su tuk tuk, un triciclo motorizado. Los visitantes van a contemplar el amanecer, pero yo voy a algo distinto. Sobre el camino pavimentado y envuelto por la selva densa en penumbra, Samnang acelera y el motor del tuk tuk parece una ruidosa matraca. Pero el canto de cientos de cigarras es aún más ruidoso y me obliga a taparme los oídos. Salimos del túnel de las cigarras y desciendo para cruzar la fosa de Angkor Wat por su puente de piedra. Alcanzo apresurada la Terraza del Honor, donde el sol comienza a desplegar sus rayos tras las torres del Monte Meru. El templo y el cielo naranja rosáceo se reflejan apaciblemente en los estanques. Pero yo no vine a este espectáculo.

Subo al primer recinto y la oscuridad casi total en las escalinatas me detiene, no por temor a caerme, sino porque sus altos techos me intimidan. Todos volvieron a sus hospedajes a prepararse para el día y el recinto está vacío, no me equivoqué en venir a esta hora. Así que venzo el miedo y sigo hacia arriba por las escaleras apenas iluminadas por el sol naciente para llegar a la Galería de los Mil Budas, que aún conserva poca más de una docena. Algunos están de pie y otros sentados, unos son gordos y otros flacos, son de madera o de piedra, pero todos con esa sonrisa ecuánime del Buda.

Me acomodo a meditar en las escalinatas de una de las cuatro fosas descubiertas de la Galería de este santuario que se convirtió en budista a finales del siglo XII. Soy la única alma en Angkor Wat, cierro los ojos y siento la espiritualidad que irradia el Monte Meru a mis espaldas, bañado con el naranja del amanecer. Ya no hay mil budas, pero como si los hubiera, los siento acompañarme en mi meditación, siento la paz que alcanzaron los monjes budistas que se han sentado aquí, como yo, en busca del silencio.

Galería de los Mil Budas en Angkor Wat.

Ta Prohm, piedras y raíces

Los arqueólogos se esmeran por librar las zonas arqueológicas de la maleza. ¿Qué pasa cuando permiten que la vegetación siga creciendo? Ta Prohm es un misterioso ejemplo de ello. Hace 300 años una semilla germinó en el techo de la entrada del templo, ahora el árbol de seda ha alcanzado unos cuatro pisos de altura. Y como éste, hay más de una decena. El tejido raíces-piedras en el que se convirtió Ta Prohm es tan exótico que atrajo a quienes filmaron la película Lara Croft: Tomb Raider (2001).

Árbol de seda sobre Ta Prohm.

Ta Prohm fue construido como templo hindú en el siglo XII de nuestra era durante el Imperio jemer, pero quienes lo aprovecharon fueron los monjes budistas, un siglo después de su construcción. Para fortuna del templo, los árboles de higo y de seda que dominan sus edificios son huecos y, por lo tanto, pesan poco. Su búsqueda por el suelo ha marcado el destino de Ta Prohm: las raíces de los árboles de seda se abren paso entre las piedras y desfiguran su alineación; las más gruesas parecen tentáculos que envuelven el templo, se cuelan por las ventanas, alcanzan la tierra, se prolongan por metros hasta que la penetran y se arraigan. Mientras, los árboles de higo seducen Ta Prohm cubriéndolo con cabelleras de raíces enmarañadas.

Ta Prohm y sus árboles viven un gran amorío. Como explica el arqueólogo Claude Jacques, las raíces actúan como soporte del templo. También son su debilidad: cuando el árbol muere o es derribado por una tormenta, una parte del templo se derrumba junto con él. Entonces, queda ante nosotros un corazón roto: grandes piedras tiradas sobre el suelo que ni el arqueólogo logra reconfigurar.

Raíces de árbol de higo cubren el templo.

En mi exploración, me adentré por puertas enmarcadas con raíces para continuar por pasillos en penumbra. Busqué la luz en los huecos cavados por los árboles en los techos y los vi alzarse al cielo. Salí a los jardines y me detuve a contemplar a las bailarinas apsaras, talladas sobre los muros, las cuales se asoman sonrientes entre sus marcos de raíces. Subí por montículos de piedras derribadas, la mayoría de las veces, no había paso y di marcha atrás.

Llegué a una conclusión: Ta Prohm podría ser un templo dedicado al Dios hindú Shiva, encargado de destruir el universo y dar paso a su recreación. Bajo su poder, los árboles desbaratan Ta Prohm y lo recrean.

Fin.


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El edificio de la Bauhaus en Dessau https://algarabia.com/el-edificio-de-la-bauhaus-en-dessau/ https://algarabia.com/el-edificio-de-la-bauhaus-en-dessau/#respond Tue, 30 Apr 2024 12:05:20 +0000 https://algarabia.com/?p=52950 Con la fundación de la República de Weimar (1919-1933) al término de la I Guerra Mundial, Walter Gropius (1883–1969) fundó la Bauhaus, escuela que pretendía la excelencia y la vanguardia en la enseñanza integral de la arquitectura, el diseño industrial , diseño gráfico y las artes menores. A pesar de su rápido desarrollo, en 1924 la escuela se vio obligada a abandonar Weimar por razones políticas.

En la década de 1920 Dessau se posicionaba como una prometedora ubicación industrial bajo el impulso de Lord Mayor Fritz Hesse, el ingeniero Hugo Junkers y Ludwig Grote. Esta ciudad, resultó ser la sede donde la Bauhaus viviría sus años de gloria, y sería partícipe en la configuración de una sociedad moderna.

El inicio de un legado arquitectónico

A pesar de que Bauhaus significa ‘casa de construcción’, durante la época de Weimar carecía de escuela de arquitectura. Ésta abrió en Dessau en 1926, donde Gropius proyectó el edificio, financiado por la propia ciudad, que se convertiría en su emblema y en el que aplicó su propio concepto: la forma sigue a la función, en este caso, de acuerdo al uso que recibiría cada ala del conjunto: talleres, estudios y escuela vocacional quedaron colocadas asimétricamente, por lo que la edificación carece de un eje central. 


El ala del taller y la escuela vocacional —ambas de tres pisos— están conectadas por un puente de dos pisos que se destinó para fines administrativos. Talleres y estudios se unen mediante un edificio de una planta en el que se encuentra la denominada «área recreativa»: auditorio, teatro y cantina. El área de estudios comprendía 28 apartamentos de 20 m2, para albergar a estudiantes y maestros. En el interior, los elementos constructivos se acentúan con diferentes colores aplicados sobre muros de carga y no carga. 

Alumnos sentados en el tapanco de la terraza del ala de talleres, 1931.

Construyendo su historia

En 1932, la escuela se vio obligada a cerrar debido a la presión del nacionalsocialismo. Durante la II Guerra Mundial el edificio sufrió severos daños a consecuencia de los bombardeos que, en ese entonces, fueron reparados de manera provisional. No fue sino hasta 1972, con el redescubrimiento del legado de la Bauhaus, que se inició el proyecto de restauración. Además, en 1994, se creó la Fundación Bauhaus Dessau con el propósito de preservar, investigar y transmitir su patrimonio cultural. El cuidado en los detalles y las exhaustivas medidas aplicadas durante la rehabilitación le valieron, en 1996, el reconocimiento como Patrimonio Mundial de la UNESCO

A 100 años de la fundación de la Bauhaus; su sede en Dessau anualmente recibe cerca de 100 mil visitantes de todo el mundo deseosos de conocer el emblemático edificio, así como para investigar, trabajar y participar creativamente como científicos, arquitectos, diseñadores, artistas o estudiantes.  

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Cantinas de México https://algarabia.com/cantinas-de-mexico/ https://algarabia.com/cantinas-de-mexico/#respond Fri, 24 Sep 2021 14:36:16 +0000 https://algarabia.com/?p=57118 CBR

Imposible clasificar lo único e irrepetible: cada cantina de la Ciudad de México ha tenido su identidad propia. Cada una ha propiciado ambientes y circunstancias que mantendrían ocupados a cronistas y sociólogos de por vida.

He aquí un brevísimo recuento de estos museos vivos donde uno —pese a reformas y prohibiciones legislativas— hasta la fecha, puede formar parte de su exposición permanente.

En la era de la apreciación y el pleno disfrute las cantinas —a pesar de su dolorosa pero inevitable transformación—, continúan siendo los templos de esparcimiento, confesión y desparpajo por excelencia.

La opción más «bara-bara» para el godín —oficinista genérico— que busca distraerse unos minutos de la rutina y, de paso, comer a gusto —y abundante—; centro de reunión para chelear con los cuates a discreción antes de salir de antro; el mejor ambiente para «quedar bien» con la familia política y disolver entre copas prejuicios, dudas o diferencias; escala obligada para «agarrar valor» antes de declarársele al oscuro objeto del deseo; o caso contrario: terminar con esa relación tormentosa que roba todo aliento, todo sueño —y todo sueldo—; todos, unos cuantos ejemplos de la infinita gama de escenarios que alojan estos espacios de convivencia etílica.

De la religiosidad a la «botana»

La cantina —palabra de origen italiano que significaba ‘bodega, sótano donde se guardaba el vino’—, como la conocemos, es el resultado de la evolución que tuvieron las vinaterías, tabernas y pulquerías desde el Virreinato.

Las primeras disposiciones para regular la venta de embriagantes —en particular el pulque— datan de 1529, y éstas vinculaban al alcohol con las prácticas religiosas prehispánicas. Así, dentro del nuevo orden religioso, se buscaba prohibir la bebida a la par que los «cultos paganos».

Por supuesto, tales medidas no sólo fueron desdeñadas entre la población indígena, sino que la naciente población novohispana —mestizos y criollos—, también se hizo asidua a las bebidas regionales.

El aumento desmedido en el consumo de alcohol, así como la necesidad de las autoridades por regularlo, obligó a delimitar el número y tipo de expendedores en el siglo XVII.

También se estableció que cada expendio debía ofrecer «bocadillos» —lo que ahora llamamos «botana»—, para evitar que los clientes se emborracharan muy pronto.

Los dueños de los locales empezaron a ofrecer tamales, chalupas, molotes y demás antojitos tradicionales —como hasta la fecha—, y pronto se dieron cuenta que con ello la gente bebía más.

De ahí vino la costumbre de que cada local se esmerara en cocinar algún platillo especial, pues la fama de éste era garantía de una mayor clientela.

«Amistades ilícitas»

En aquel entonces, mujeres y hombres convivían en tabernas y pulquerías, pero como compartían los mismos «baños» —llamados «corralones»—, ya ebrios, ahí ocurrían toda clase de ilícitos: «amistades ilícitas», prostitución e incluso violaciones.

Para prevenir esto, en 1794 el virrey Juan Vicente de Güemes ordenó la construcción de dos corralones en cada expendio: uno para cada sexo.

Aunque esto redujo los conflictos al interior, éstos se desataban afuera de los expendios, sobre todo durante la noche: «la convivencia de hombres y mujeres, así como las disputas por los juegos de azar, provocaban desacuerdos que derivaban en peleas e incluso en homicidios».1

Un recuento de «muertes accidentales» y de crímenes ocurridos —entre 1800 y 1821— dio como resultado que había una notable relación entre el consumo de alcohol y estos delitos.

De ahí que los expendios empezaran a prohibir la entrada a mujeres, pues muchos conflictos surgían por celos, rompimientos, adulterios, crímenes pasionales y demás incidentes entre parejas.

De la guerra al high ball

En 1847, durante la guerra contra los EE.UU., los soldados estadounidenses buscaban beber y divertirse como lo hacían en su país, es decir, en los saloon que proliferaron durante el llamado Viejo Oeste.

Para satisfacerlos, varios taberneros comenzaron a adaptar sus negocios con esa estética; de ahí la instalación de barras y de anaqueles con espejos para exhibir las botellas —o las célebres puertas de vaivén en la entrada.

En 1861, al finalizar la Guerra de Reforma, los liberales remataron las bodegas de vinos y el mobiliario opulento de Maximiliano y sus allegados; eso y la «moda afrancesada» —en parte promovida por el mismo Juárez—, ampliaron los gustos, la variedad de bebidas que se consumían en México y fomentó la elegancia en la decoración de bares y cantinas.

Sobre cómo cambiaron las cantinas de finales del siglo XIX, apunta Armando Jiménez en su célebre Picardía mexicana: «Al poco tiempo cundieron en lugares céntricos limpísimos salones con cantinero bien peinado y afeitado; altos mostradores con barra de metal pulida, a su pie; mesitas con cubierta de mármol; camareros que servían a la clientela con largos mandiles blancos, albeantes de limpieza.

Comenzaron a saborearse las bebidas compuestas con ingenio, en las que se mezclaban sabores diferentes, para sacar una sobresaliente que era distinta. Así surgieron los cocktails: high balls, drackes, mint juleps, etcétera».

Reliquias de sí mismas

En 1872, al morir Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada asumió la presidencia interina. Uno de sus actos consistió en regular y expedir licencias para las cantinas. De aquella época provienen consignas que aún pueden leerse en la entrada de algunos sitios: «No se permite la entrada a mujeres, uniformados ni indios».

Luego, durante el porfiriato, se unificó su concepto hacia el resto del país y, durante el siglo XX, fueron desapareciendo por infinidad de causas —muerte de los dueños originales, mala administración, cambios de giro comercial, adaptación a restaurantes, etcétera—.

Jamás se volvieron a expedir licencias de cantina; las que existen ahora son de restaurante-bar y, las contadas que restan, ya son reliquias de sí mismas. Oficialmente permitieron la entrada de mujeres en 1982, pero muchas ya lo practicaban desde 1975, cuando se conmemoró en México el Año Internacional de la Mujer.

Tan vilipendiadas por las buenas conciencias y trastornadas por las leyes, las cantinas perviven: son lo más cercano que nos queda para desear a todo mundo, con sincera emoción, un poco de ¡Salud!

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Escritores mexicanos https://algarabia.com/escritores-mexicanos/ https://algarabia.com/escritores-mexicanos/#respond Sun, 23 May 2021 11:00:00 +0000 https://algarabia.com/?p=60304 La cuna y formación de quienes nos han representado en menesteres literarios, no son exclusivas de las grandes ciudades.

De hecho, esta «agudeza» se ha esparcido a cada rincón del país, ha traspasado límites geográficos y temporales y ha colocado a México en un lugar tal que hasta de Nobel de literatura podemos presumir. En este mapa podrá ubicar el lugar de origen de muchos de estos intelectuales —los más reconocidos, que no los «mejores»—, que a su manera introdujeron nuevos estilos y tópicos en nuestra producción literaria.

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Millennium Park https://algarabia.com/millennium-park/ https://algarabia.com/millennium-park/#respond Thu, 29 Apr 2021 11:00:00 +0000 https://algarabia.com/?p=59828 El Millennium Park —o Parque del Milenio— se encuentra entre las avenidas más importantes de toda la ciudad: Michigan y Columbus Drive, y las calles Randolph y Monroe. Forma parte del Grant Park, un extenso parque urbano cuyo trazo fue contemplado en 1847. Originalmente, el terreno donde se halla el Millennium Park pertenecía a la compañía ferroviaria de Illinois; de hecho, sus talleres centrales se encontraban ahí desde 1850.

Hacia 1917, un grupo de ciudadanos se propuso la creación de un parque mucho más ambicioso, con las condiciones necesarias para cultivar algunas prácticas al aire libre y muestras de arte. Sin embargo, el Grant Park no dejó de mantener un incómodo defecto: una fábrica en medio de árboles y senderos.

En 1977, organizaciones civiles se dieron a la tarea de convencer al gobierno y a las empresas privadas de convertir el Grant Park en un centro con áreas dedicadas al arte y la recreación. Lo lograron parcialmente, pues se inauguró el anfiteatro Perillo Music Shell; sin embargo, en 1997 la alcaldía de la ciudad se decidió de una vez por todas a darle a Chicago un parque a la altura de su importancia, por lo que convocaron a artistas y urbanistas para desarrollar un complejo arquitectónico en el que se pudieran realizar conciertos u organizar picnics al aire libre. Finalmente, tras años de estudiar proyectos, en el 2004 el Millennium Park fue inaugurado.

Lo que le contiene

Además de una vista insuperable del lago Michigan, en el Millennium Park está instalada una larga mesa de 30 metros, la Running Table, realizada con materiales reciclables por el artista Dan Peterman; en el Jay Pritzker Pavillion, un auditorio al aire libre creado por el arquitecto Frank Gehry, once mil personas pueden disfrutar de un concierto de jazz; además, el parque tiene también un famoso restaurante, el Park Grill. Pero, sin duda, las dos atracciones más populares de todo el parque son el Cloud Gate, mejor conocido como The Bean —o ‘El frijol’—, una impactante obra de la artista conceptual Anish Kapoor, inaugurada en el 2006, y que andando el tiempo se ha convertido en la obra urbana más icónica de Chicago; y la Crown Fountain, que exhibe el rostro de los visitantes del Millennium Park a través de grandes pantallas.

Foto: The Bean. Choose Chicago
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Las Islas Marías, el infierno rodeado por un paraíso natural https://algarabia.com/las-islas-marias-el-infierno-rodeado-por-un-paraiso-natural/ https://algarabia.com/las-islas-marias-el-infierno-rodeado-por-un-paraiso-natural/#respond Mon, 01 Mar 2021 06:00:00 +0000 https://algarabia.com/?p=49827 Ubicadas lejos de la costa, las islas parecen un lugar ideal para mantener prisioneros alejados de la sociedad. La cárcel de Alcatráz es la más conocida —es tan famosa que inspiró la prisión mágica en el mundo de Harry Potter—, y algunas personas erróneamente creen que Australia fue colonizada por los ingleses para enviar a quienes ya no cabían en sus cárceles. México también cuenta con una prisión así.
A 112 kilómetros de Nayarit, en medio del Pacífico, se encuentran las Islas Marías. El conjunto está conformado por cuatro islas; la más grande de ellas, María Madre, alberga desde 1905 la Colonia Penal Federal «Islas Marías».

Un poco de historia

Desde que conquistó México, Hernán Cortés tenía una obsesión en la cabeza: explorar «las islas y territorios en la Mar del Sur». Se refería al Océano Pacífico, por lo que en 1532 envió a Diego Hurtado de Mendoza a una travesía en la que descubrió un archipiélago formado por tres islas y un islote que desde entonces pasó a conocerse como las «Magdalenas».

La euforia de los españoles por el descubrimiento de las islas fue momentáneo, y durante el periodo colonial no recibieron especial atención. Con el tiempo, cada isla fue rebautizada. María Cleofas, María Magdalena, María Madre y San Juanito se convirtieron en lo que hoy conocemos como las Islas Marías.

Hernán Cortés tenía una obsesión en la cabeza: explorar «las islas y territorios en la Mar del Sur»

El penal

En 1905, el gobierno de Porfirio Díaz pagó más de 100 mil pesos —entonces una fortuna— para adquirir el archipiélago, y el 12 de mayo se inauguró la colonia penal. La decisión de situarlo ahí no fue coincidencia. Las islas estaban rodeadas de una gran cantidad de tiburones que hacían pensar dos veces a cualquiera que intentara escapar. Quince años después, en 1920, comenzó a servir para encarcelar políticos y opositores del régimen de Álvaro Obregón. De hecho, Concepción Acevedo, la «Madre Conchita», fue encarcelada ahí tras ser acusada como autora intelectual del asesinato del general sonorense.

Durante gran parte del siglo xx, el penal de las Islas Marías fue considerado un infierno en la Tierra por el maltrato a los reos y por ser el lugar a donde los peores criminales eran enviados. Tal fue el caso de Jesús «El Sapo» Ortíz, asesino serial acusado de más de 100 muertes, quien falleció a machetazos cuando llegó a la prisión.

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Cambios en el paisaje

En las últimas décadas del siglo pasado, la prisión cambió su dinámica, hasta llegar a convertirse en un modelo a seguir. El penal destacó por el trato digno hacia los presos, incluso permitió que los familiares de los internos se mudaran con ellos. Ahora las Islas Marías se transformarán para siempre.

Un decreto firmado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, además de otorgar la libertad a 200 presos y ordenar la reubicación de 400,  convierte a las Islas en una reserva natural y centro cultural.

Dentro del terreno de 642 mil 284 hectáreas nacerá el Centro Cultural «Muros de Agua-José Revueltas», en honor al escritor mexicano y a la novela que escribió inspirado en su estancia en aquel centro penitenciario.

Una vida natural

Así como hay tiburones al resguardo de la islas, también existe una gran cantidad de flora y fauna. Desde el 2000 fue declarada como un «Área Natural Protegida», y en 2005 la Unesco la nombró «Patrimonio Mundial de la Humanidad».

En las últimas décadas del siglo pasado, la prisión cambió su dinámica, hasta llegar a convertirse en un modelo a seguir.


Así como Pedro Infante, que visitó la prisión para grabar la película de Emilio «El Indio» Fernández, Islas Marías (1951), ahora la ciudadanía podrá admirar—sin sufrir las penas que los reos vivieron durante años— algunas de las 158 especies de aves que ahí habitan; también podrán avistar animales acuáticos, como el tiburón amarillo, o distintas especies de rayas, y ver el paso migratorio de la ballena gris y jorobada, lobos marinos y delfines.

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221B Baker Street https://algarabia.com/221b-baker-street/ https://algarabia.com/221b-baker-street/#respond Wed, 06 Jan 2021 12:00:59 +0000 https://algarabia.com/?p=57451 En el segundo capítulo de Estudio en escarlata, Watson describe su encuentro con Sherlock Holmes: «Nos vimos al día siguiente, según lo acordado, para inspeccionar las habitaciones del 221b de Baker Street… Dos confortables dormitorios y una única sala de estar, alegre y ventilada». Es el apartamento en el que ambos vivirán entre 1881 y 1904, el mismo donde múltiples casos serán resueltos.

El 221b de la calle Baker, en Londres, es el extraño caso de un lugar ficticio, pero existente. Es la reproducción del hogar de dos personajes de novela que rebasaron a su autor: el enigmático detective Sherlock Holmes y su ingenuo compañero de aventuras, el doctor Watson, creados por sir Arthur Conan Doyle.

Las historias de Doyle sedujeron a la audiencia, que pronto descubrió la existencia de una calle Baker en el barrio de Marylebone, pero la numeración apenas llegaba al 100.

En 1931, gracias a la construcción de un conjunto de edificios de la empresa Abbey National Building Society, se añadieron cifras, entre ellas el 221. Al enterarse, cientos de fanáticos, deseosos de respuestas del señor Sherlock, empezaron a enviar cartas a ese domicilio.

Una secretaria se encargó de leerlas y responderlas hasta 1990, cuando la Sociedad Internacional Sherlock Holmes inauguró el museo de este personaje en el 239 de Baker Street y se adjudicó el derecho de recibir la correspondencia, por lo que se produjo una disputa entre el museo y Abbey National; los carteros no sabían en cuál domicilio hacer sus entregas.

Una década más tarde, las autoridades londinenses resolvieron otorgar permiso al museo para usar el número 221b y por tanto, recibir y responder la correspondencia dirigida al detective. Desde entonces, este museo, que intenta recrear al pie de la letra el hogar de Holmes y Watson, así como a los personajes de sus relatos y novelas, es el único predio en Londres donde el número 221 se encuentra entre el 237 y el 241.

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Juchitán: la ciudad de las flores y las mujeres https://algarabia.com/juchitan-la-ciudad-de-las-flores-y-las-mujeres/ https://algarabia.com/juchitan-la-ciudad-de-las-flores-y-las-mujeres/#respond Thu, 15 Oct 2020 11:00:00 +0000 https://algarabia.com/?p=55433 Entre el océano Pacífico y el Golfo de México se ubica el Istmo de Tehuantepec —cuyas principales poblaciones en Oaxaca son Matías Romero, Salina Cruz, Tehuantepec y Juchitán—, una zona de intercambio entre Chiapas, Oaxaca y Veracruz, y cercana a la frontera con Centroamérica.

Juchitán, cariñosamente llamada por sus habitantes «Xavizende» —una adaptación en zapoteco del nombre del santo patrón San Vicente Ferrer—, se caracteriza por una conciencia de resistencia étnica que se funda en un sentimiento de profundo orgullo y valorización de pertenecer a la cultura zapoteca, y sobre todo por un fuerte matriarcado, es decir, donde las mujeres son las jefas y cabezas de familia, y ocupan un lugar relevante en su sociedad.

En Juchitán, las «tecas» son mujeres empoderadas, con roles sociales y rituales importantes, autónomas y participativas en la economía —donde construir su propia casa con sus propios medios es la primera tarea—. Si bien los hombres obtienen la materia prima, ya sea del campo o la pesca, las mujeres son las que consiguen el dinero a partir de su venta, por ello el comercio es la base del poder femenino y el mercado —el corazón de la ciudad— es el lugar público del que son dueñas. En el Istmo no sorprende que las mujeres tomen el mando, allí la sociedad no las juzga, por el contrario, ser una teca es cuestión de orgullo.

En esta sociedad el respeto a las madres se extiende a todos los ámbitos. Es un pueblo alegre y pacífico donde viven una sexualidad basada en la tolerancia y el amor respetuoso. Es tanto el poder de sus mujeres que incluso en algunas familias tener a un hijo muxhe —un hombre homosexual— es bien visto. Los muxhes apoyan a sus mamás al igual que las hijas mujeres, visten su traje regional, portan joyas y las acompañan a vender los productos.

Como lo dice la escritora Elena Poniatowska: «Tienen las juchitecas un carácter y un temperamento muy recios y, a diferencia de otras regiones en que las mujeres se hacen chiquitas y lloran […], ellas no, nada de abnegadas madrecitas mexicanas anegadas en llanto, en el Istmo se imponen con los holanes blancos de su tocado, el tintinear de sus alhajas, el relámpago de oro de su sonrisa».

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Estudios Churubusco https://algarabia.com/estudios-churubusco/ https://algarabia.com/estudios-churubusco/#respond Wed, 14 Oct 2020 11:00:44 +0000 https://algarabia.com/?p=54258 El proyecto de crear los Estudios Churubusco apareció en 1943. En cinco hectáreas ubicadas en la colonia Country Club se encuentra gran parte de la historia de la industria fílmica nacional, y los tacos de la Güera inolvidables los de huevo con pasilla.

El comienzo

Inaugurados en 1945 con la filmación de la película La morena de mi copla, de Fernando Rivero, los Estudios Churubusco se han desarrollado a la par de nuestro cine, evolucionando con cada época. Su construcción resultaba necesaria debido a que los estudios para cine existentes en México no se daban abasto para la producción cinematográfica que se realizaba en aquellos años. Los primeros inversionistas del proyecto fueron Howard Randall y Harry Wright; sin embargo, el proyecto se pudo concluir gracias a un grupo encabezado por el empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta.

Desde 1958 han sido administrados por el gobierno de México. Están entre los cuatro grandes estudios de la Época de Oro del cine mexicano —junto con Estudios América, Estudios San Ángel y Estudios Tepeyac—. Además de los Estudios San Ángel —ahora Televisa San Ángel—, son los únicos que siguen en operación actualmente. Se estima que 95% de las películas producidas en México desde el año 2000 han usado muchos de sus servicios e instalaciones.

Olores, momentos y recuerdos

Pero esto es historia… Yo quiero compartir los momentos, olores y recorridos por los Churubusco en mis años de niñez y adolescencia.

Hacia 1975, mi madre, una mujer enamorada de su trabajo más que de nada en el mundo —como gerente de producción—, me llevó por primera vez al foro 4, donde se filmaba El Apando —basada en el libro de José Revueltas en el que cuenta su paso por las celdas de castigo de la cárcel de Lecumberri—, bajo la dirección de Felipe Cazals, fotografía de Alex Phillips Jr. y las actuaciones de Ernesto Gómez Cruz, María Rojo, Delia Casanova y Manuel Ojeda. Ahí presencié una escena dantesca: la de la muerte de «el Carajo» por parte de los guardias de seguridad. Yo tenía 8 años.

A partir de ese momento me convertí —o sentí que era— propietario del lugar, lo caminaba todo, entraba a todos los foros sin importar quién estuviera filmando. Iba mucho al back lot, donde los hermanos Gurza tenían cientos de animales. Recuerdo con mucho cariño a los chimpancés y al tigre, un animal enorme que provocaba gran expectación; para llegar ahí había que recorrer todos los estudios, que no sé si por mi edad resultaban como un viaje a Acapulco, eran enormes. Un poco al sur estaba el Pueblo Vaquero, la verdad es que nunca entendí muy bien por qué o para qué fue hecho, seguramente para algún western del que nunca fui testigo; de noche era un lugar lúgubre que disfruté con algunos amigos jugando a las escondidillas.

En el restaurante vi muchas veces a Emilio «Indio» Fernández en una mesa larga; él se sentaba solo con su pistola, una botella —o dos— de Sauza Hornitos, y ahí iban llegando desde Felipe Cazals, Alex Phillips, Blanca Guerra y Lucha Villa, hasta Angelica Chaín, Merle Uribe y otras actrices que entonces hacían de «ficheras». «El Chupis» era el mesero que atendía la mesa de mi madre quien, normalmente, al tercer trago que servía él ya llevaba diez.

Google Earth

Afuera estaba también la señora de los tamales en su bicicleta, que me contaba historias: «Mijo, yo le hacía dos tortas de tamal verde a Tin Tan, con dos atoles de canela, pero bien calientes, él me abrazaba y me daba doble propina; el condenado siempre venía con unas viejas bien buenas.»

También convivía mucho con los técnicos, los que no se ven, los que hacen el trabajo duro: cargan lámparas, cables, tramoya, cámara, sonido. Lo mejor era comer con ellos, se hacían sus tacos placeros —chicharrón, aguacate, epazote y harta salsa— y eran grandes maestros del albur. Algunos de esa época, los mayores, los jefes, habían trabajado con los grandes como María Félix, el «Flaco de Oro» Agustín Lara, Pedro Infante y Tin Tan.

Trabajé en varias películas más, pero en esos días entendí que no podía pedirle absolutamente nada más a ese lugar, me había dado el gran placer de conocer a todas estas personas de nuestra industria y pasar horas de diversión y esparcimiento; también me había hecho crecer. Gracias por tanto y por todo a mis queridos y recordados Estudios Churubusco.

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