De boca en boca – Algarabía https://algarabia.com Algarabía Mon, 13 Nov 2023 17:51:09 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.1 https://algarabia.com/wp-content/uploads/2021/06/favicon.png De boca en boca – Algarabía https://algarabia.com 32 32 Lección Aprendida https://algarabia.com/leccion-aprendida-de-boca-en-boca-algarabia/ https://algarabia.com/leccion-aprendida-de-boca-en-boca-algarabia/#respond Mon, 13 Nov 2023 17:51:08 +0000 https://algarabia.com/?p=71542 Lección Aprendida Read More »

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Bien dicen por ahí que en la vida uno debe tener amigos de todo tipo y para todos los gustos: para las borracheras, para contarles las penas, para salir de viaje, para ir por las tortas y para salir a museos y exposiciones.

De toda esa amplia variedad de amistades es que apren- demos a ser tolerantes con sus gustos personales; habrá quienes beban solamente caguamas, mientras que otros preferirán el ron con coca, el whisky, el tequila, el mezcal, el jerez y hasta los panalitos que te dejan ciego.

Luego vienen también los gustos musicales, que son más variados: tenemos a los rockeros, los metaleros, los góticos que llegan al inframundo con los gritos de Galás, los que se cortan las venas con Coltrane, los que se alebrestan con la salsa, la cumbia o la bachata; a los amantes de las «pedas» y el desamor acompañados de José José y Juan Gabriel; o los que son fans de la banda; sin duda, éstos son los más apasionados, pues convierten en ídolos a sus intérpretes masculinos y femeninos, ya que prácticamente los ven en el lugar menos inesperado.


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Gioacchino Rossini: Genio musical y culinario https://algarabia.com/gioacchino-rossini/ https://algarabia.com/gioacchino-rossini/#respond Thu, 12 May 2022 16:22:00 +0000 https://algarabia.com/?p=28900 Gioacchino Rossini: Genio musical y culinario Read More »

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El compositor italiano Gioacchino Antonio Rossini, autor de 36 óperas —incluyendo La italiana en argel (1813), El turco en Italia (1814), El barbero de Sevilla (1816) y La cenicienta (1817)—, fue amo y señor de la escena operística en los primeros años del siglo XIX, fue mentor de Vincenzo Bellini, Gaetano Donizetti y Giuseppe Verdi, y se ganó los elogios de Ludwig van Beethoven e incluso de Richard Wagner —que nunca elogiaba a nadie.

Sin embargo, Rossini es uno de los personajes más peculiares en la historia de la música: no sólo fue uno de los pocos que gozaron de fama, prestigio y fortuna en vida, sino que se retiró, a los 39 años y en la cúspide de su carrera, para dedicarse… a la cocina —a él debemos la invención de un delicioso platillo: los cannelloni a la Rossini. También se dice que él sólo lloró dos veces en su vida: cuando murió su padre y cuando un pavo gordo que iba a cocinar se le cayó por la borda de un barco.


El buen Gioacchino estaba perfectamente consciente de su genio musical y por ello, quizás, no se molestaba en hacer grandes esfuerzos: «Hay que esperar hasta la noche anterior al estreno. Nada garantiza más la inspiración que la necesidad, así sea el transcriptor esperando a que le entregues la partitura o el impaciente impresario arrancándose el pelo. En mis tiempos, todos los impresari de Italia ya estaban calvos a los 30…». De ahí que compusiera oberturas sólo horas antes del estreno y hasta llegó a utilizar una obertura íntegra de una vieja, pero famosísima, ópera suya: la de El barbero de Sevilla, que es también la obertura de otras dos de sus óperas. Si el público amaba las melodías rossinianas, ¿para qué cambiarlas? Rossini cometía autoplagio —y fusil a otros, también—; sin ningún empacho cortaba arias y pedazos enteros de trabajos anteriores para insertarlos en nuevas óperas.


Cuenta una anécdota que, durante el estreno de una de sus primeras obras, el fracaso rotundo fue obvio pasados solamente unos minutos de representación. La gente abucheaba, chiflaba y lanzaba cosas a los cantantes, mientras que el impresario se lamentaba por la fortuna perdida y Gioacchino Rossini reía a carcajadas detrás del escenario. El primero, muy sorprendido, se acercó al compositor:
—Gioacchino, ¿estás loco acaso? ¿No ves que tu ópera es un fracaso total y tú riéndote como niño? ¿Por qué te ríes así?
—Es que esos idiotas no saben que están abucheando a Mozart.

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Rancho Los polluelos https://algarabia.com/rancho-los-polluelos/ https://algarabia.com/rancho-los-polluelos/#respond Sat, 19 Jun 2021 15:00:00 +0000 https://nuevaimagen.algarabia.com/rancho-los-polluelos/ Un amigo de la prepa nos invitó a todo un grupo de cuates a pasar el fin de semana a su rancho, que estaba en la sierra de Hidalgo.

Todos decidieron salir de México el viernes a mediodía, excepto otro amigo y yo que tuvimos que trabajar hasta tarde y comenzar el viaje como a las siete de la noche. Aunque llevábamos un mapa, cuando llegamos a una Y la niebla bajó, no sabíamos cómo seguir y decidimos preguntarle a una persona oriunda del lugar si conocía el rancho Los polluelos, que así se llamaba el de mi amigo.

—Disculpe, ¿sabe usted dónde queda el rancho Los polluelos?
—¿Por dónde le dijeron? —nos preguntó.
—No nos dijeron, pero nos dieron este mapa —le contestamos, mientras se lo enseñábamos.

Entonces el ranchero lo tomó entre las manos y metió su cabeza junto a la mía para verlo a la luz del interior del coche. Estuvo observándolo detenidamente durante aproximadamente cinco minutos. Mientras lo observaba, le daba la vuelta, seguía las líneas con el dedo y asentía con la cabeza. Siguió en la observación detenida y poco a poco se metía más por la ventanilla, al punto que yo tuve que hacer el asiento para atrás para dejarlo ver. No decía una sola palabra, pero al verlo tan absorto en el croquis, creímos que conocía a la perfección el lugar.

Al cabo de los cinco minutos nos dice, con un poco de impaciencia y medio enojado:

—Pues si está refácil. Mire —nos dice a los dos con aire de superioridad—, se sigue por aquí —indicándolo en el mapa—, luego por aquí —siguiendo el mapa con el dedo—y aquí donde dice «rancho Los polluelos», ¡ahí es!

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¿Cómo dijo que se llama? https://algarabia.com/como-dijo-que-se-llama/ https://algarabia.com/como-dijo-que-se-llama/#respond Thu, 10 Jun 2021 11:00:39 +0000 https://algarabia.com/?p=60615 Yo tenía una amiga que era muy distraída y le cambiaba el nombre a todo; oía lo que quería un anuncio que decía “salón de fiestas. Reservaciones Al…”, pero ella entendió: “Salón de reventones”, y dijo para sí misma: “La manera de hablar de los jóvenes está cada vez peor”.

Un día, en una fiesta, presentó a sus amigas del Colegio Salesiano, dos señoritas recatadas de cara empolvada con chapetes rojos de ascendencia francesa, como: Le presento a las señoritas Bustillo”, a lo que una de ellas, Gertrudis, replicó molesta: «¡Pechêux, doña Elena, Pechêux, por favor!». Y otro amigo de la familia como : Le presento al señor Moreno, a lo que él, con un poco de mejor sentido del humor, contestó: “Señor Prieto, Elenita no me blanquee, no me blanquee”.

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«No me entran las carnes…» https://algarabia.com/no-me-entran-las-carnes-2/ https://algarabia.com/no-me-entran-las-carnes-2/#respond Mon, 03 May 2021 17:00:00 +0000 https://algarabia.com/?p=59961 Era una cálida tarde de verano en la redacción de Algarabía. El sol pegaba con fuerza sobre las ventanas que parecían derretirse. El único ruido que acompañaba al sopor era el de rápidos dedos que golpeaban sobre los intonsos teclados de las computadoras. Entonces, en el momento en que callaron por un segundo los sonidos de oficina, se escuchó la voz alelada y sosa del diseñador que exclamó:

—Oigan… córtenle al artículo de «el Kobe», porque no me entran las carnes.

Después de un segundo de estupor, la redacción arrancó en tal estruendo de carcajadas que más de uno estuvo a punto de morir ahogado. Sin embargo, al diseñador no le pareció gracioso su «autoalbur involuntario», y volvió a reclamar con un tono aún más pasmoso y zonzo:

—No sean tontos: están muy largas y no me caben.

Entonces Jorge F. Camacho —conocido en esta redacción como «el Kobe», por su semejanza con los bueyes de Japón que son cuidados como príncipes—, autor del texto sobre los cortes de carne, respondió con su peculiar acento norteño:

—Mire, compa, usté agárrese los tobillos y tosa… ¡verá cómo le cabe medio Dios!

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Winston Churchill https://algarabia.com/winston-churchill/ https://algarabia.com/winston-churchill/#respond Fri, 30 Apr 2021 11:00:56 +0000 https://algarabia.com/?p=59715 Hay muchísimas anécdotas sobre el primer ministro inglés –que además de estadista y visionario fue Premio Nobel de Literatura en 1953–, pero una de las más conocidas y simpáticas es aquella que cuenta que Churchill tenía una gran enemistad con una señora que era miembro de la cámara de los comunes. La antipatía era recíproca y no fueron poca las veces en que sus discusiones pasaban de los público a lo privado. En una de ellas, la mujer muy enojada y llena de rabia dijo:

–Es usted realmente insoportable, si yo fuera u mujer, no dudaría en agregar veneno a su té. a lo que Churchill contestó lacónicamente:

— No se preocupe señora, si yo fuera su marido no dudaría en tomármelo.

Churchill, como todo el mundo sabe, era un empedernido fumador de puro y se preciaba de tener una cava con algunas de las mejores marcas de habanos. Otra de las anécdotas es aquella que cuenta que durante la Segunda Guerra Mundial, en uno de los bombardeos que sufrió la ciudad de Londres, el primer ministro, que se encontraba en otra ciudad, telegrafió desesperado a su secretario con el siguiente telegrama.

“P.M. solicita informes sobre daños de su cava después de bombardeo y de paso, sobre daños de ciudad en general.

Foto: revistacambio.com
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Coque y Rita https://algarabia.com/coque-y-rita/ https://algarabia.com/coque-y-rita/#respond Mon, 08 Feb 2021 12:00:05 +0000 https://algarabia.com/?p=58108 Ustedes estarán de acuerdo conmigo en que, en la prepa, uno le suele poner apodos a todos los compañeros a diestra y siniestra, y por cualquier motivo. Luego, y con el paso de los años, muchos de ellos permanecen y se afianzan en el individuo y en sus nuevas CONOCENCIAS, al punto de que muchas personas que lo conocen después, no saben ni cuál es su nombre de pila.

Y así se dan diálogos del tipo: «¿Cómo se llama “el Oso”, tu amigo?» o «—Tú, ¿conoces a “el Pulques”? —¿Cuál “Pulques”? ¿Javier o Mauricio?», o «—Va a ir Miguel —¿Qué Miguel? —Miguel, “el Guarasapo” —Ah, sí.», etcétera.

Foto tomada por Pixabay para Pexels.

Tal es el caso de mi amigo Gabriel, al que desde el primer año de prepa, y por una razón nimia, le pusimos «Rita»: llegó un día agripado, con la nariz inflamada y roja, y un amigo se acordó del comercial de un antigripal —que por entonces estaba de moda— en el que el personaje era «Rita, la Naricita» y así se le quedó.

Bueno, pues los años pasaron —muchos, como 20—, Gabriel se casó, maduró, embarneció y además comenzó a jugar golf. Un día, en un torneo, estábamos jugando varios amigos de la prepa junto con otros nuevos conocidos, y uno de los amigos de antaño, Rodrigo, empezó a molestar a Gabriel diciéndole, que como estaba rellenito, ahora se parecía a «Coque» Muñiz. Y cada vez que le tocaba turno, le decía:

Tírale, Coque… Te va, Coque. ¡Muy bien, Coque!…

Mientras tanto, todos los demás que lo conocíamos de antes, nos referíamos a él como Rita:

Tírale, Rita… Te va, Rita… ¿Qué vas a tomar, Rita?

Por fin, uno de los nuevos conocidos empezó a confundirse porque no sabía ni cómo se llamaba Gabriel, y en una de ésas que iban caminando los dos juntos, le dijo:

Oye, Coque, y ¿por qué te dicen Rita, eh?

Fernando Montes de Oca Sicilia es un gran amante de los deportes —en particular del beisbol—, de la buena vida, de los vinos, de la música popular, del cine y, sobre todo, de los datos inútiles.

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El cóndor pasa… por el segundo piso https://algarabia.com/el-condor-pasa-por-el-segundo-piso/ https://algarabia.com/el-condor-pasa-por-el-segundo-piso/#respond Wed, 03 Feb 2021 18:00:35 +0000 https://algarabia.com/?p=58367 En el episodio que ahora voy a relatar, se vio involucrado un amigo, que haciendo honor a su apodo del «Cóndor Andino», transitaba un domingo por el segundo piso del Periférico. Mi amigo se movía en una camioneta dentro de los límites de velocidad cuando alcanzó y, luego, rebasó al convoy de algún funcionario público relevante.

por Lucas Pezeta para Pexels.

A la caravana de autos la escoltaban dos patrullas que de inmediato encendieron sus sirenas. El ave de este relato no es ningún delincuente, así que, obediente, se dispuso a «orillarse a la orilla», tal y como se lo ordenaba una de las patrullas. Pero el segundo piso del Periférico es una vía rápida elevada, no fue planeada con acotamiento para que los coches se paren. Al ver que el perseguido no obedecía, el conductor de la patrulla se le emparejó y, luego de instarlo a bajar el vidrio, le recordó que le había ordenado que se detuviera.

—¡Pero es que no hay dónde pararse, oficial! —reclamó el Cóndor.

—No le hace, joven, oríllese lo más que pueda a su derecha, de favor.El Cóndor Andino se orilló y detuvo el coche tratando de estorbar lo menos posible, en un infructuoso esfuerzo por cuestiones insuperables de espacio disponible.

—Buenos días, joven

—se acercó el oficial de la ley diciendo con repentina amabilidad—. ¿Me permite su tarjeta de circulación y su licencia?

—Cómo no, oficial

—dijo el Ave mientras buscaba los papeles—. Aquí tiene.

—¿Sabe por qué lo detuve, mi joven?

—No tengo idea, oficial. ¿Me lo podría decir, por favor?

—Usted viene transitando a exceso de velocidad, joven.

—¿A 60 kilómetros por hora?

—¡Voy-voy, joven! ¡Si venía bastante más aprisa!

—Mire, oficial: usted y su contingente son muy visibles desde metros atrás. No hay muchos otros coches circulando a estas horas. Francamente, reduje la velocidad desde mucho antes justo para evitarme el riesgo de que me detuviera. Usted disculpará, oficial, pero lo que es rápido, yo no venía.

El policía, buscando apoyo, volteó a ver a su compañero, cuyo rostro regordete ya se veía también a través de la ventana de la camioneta. Era evidente que ambos sabían que el Cóndor tenía razón.

—Pues bueno, joven. Ahora sí que pue’ que lo que es rápido, rápido, no haya venido pero… ¿está vigente su licencia?

—Usted chéquela, oficial.

—Mmm —murmuró defraudado el servidor público al comprobar que la licencia no tenía ningún problema—. ¿A ver otra vez el tarjetón? —dijo dirigiéndose a su compañero. Luego, pareció ocurrírsele algo de pronto:

—¿Sabe qué joven? Tenemos que checar si el coche no es robado. No se me ofenda, pero usted sabe que estos vehículos son muy cotizados.

—-¿Tardará mucho? Tengo un poco de prisa.

—No se me impaciente, mi joven. ¡Pareja! —gritó al policía del rostro regordete—, pídales un 23-5 al 627 con 42, sobre una 32.

Pasaron algunos minutos. Luego, a través del radio que sostenía el de rostro rubicundo, llegó la respuesta en clave. La camioneta, por supuesto, no era robada.

—Ah, qué mi joven, ¿qué haremos con usted?

—¡Pues dejarme ir, oficial! ¿No ve que todo está bien?

—respondió ya irritado el pobre ciudadano.

—Pero, ¿cómo lo vamos a dejar ir? —interrumpió el otro policía—, ¿no sabe usted a cuántos salarios mínimos equivale la sanción por estacionarse en una vía rápida?

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«No me entran las carnes…» https://algarabia.com/no-me-entran-las-carnes/ https://algarabia.com/no-me-entran-las-carnes/#respond Mon, 01 Feb 2021 12:00:33 +0000 https://algarabia.com/?p=58012 Era una cálida tarde de verano en la redacción de algarabía. El sol pegaba con fuerza sobre las ventanas que parecían derretirse. El único ruido que acompañaba al sopor era el de rápidos dedos que golpeaban sobre los intonsos teclados de las computadoras. Entonces, en el momento en que callaron por un segundo los sonidos de oficina, se escuchó la voz alelada y sosa del diseñador que exclamó:

Oigan… córtenle al artículo de «el Kobe», porque no me entran las carnes.

Foto tomada por Rodolfo Quirós para Pexels.

Después de un segundo de estupor, la redacción arrancó en tal estruendo de carcajadas que más de uno estuvo a punto de morir ahogado. Sin embargo, al diseñador no le pareció gracioso su «autoalbur involuntario», y volvió a reclamar con un tono aún más pasmoso y zonzo:

No sean tontos: están muy largas y no me caben.

Entonces Jorge F. Camacho —conocido en esta redacción como «el Kobe», por su semejanza con los bueyes de Japón que son cuidados como príncipes—, autor del texto sobre los cortes de carne, respondió con su peculiar acento norteño:

Mire, compa, usté agárrese los tobillos y tosa… ¡verá cómo le cabe medio Dios!

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El pequeño corrector https://algarabia.com/el-pequeno-corrector/ https://algarabia.com/el-pequeno-corrector/#respond Thu, 28 Jan 2021 12:00:09 +0000 https://algarabia.com/?p=57913 Después de 20 años, mi mamá me regaló a mi hermanito G; es decir, yo le llevo 21. Desde que lo vi por primera vez me enamoré de él, lo cuidé y jugué, a pesar de que le había advertido a mi madre que en mí no tendría una niñera. Para cuando nació G, yo me había ocupado en fundar su hoy desbordada casablioteca con algunos ejemplares infantiles.

Además, lo animé a dibujar hasta que pintó la puerta de su recámara y la tuve que limpiar para aliviar el disgusto de mi madre, no sin antes tomarle una foto ahí paradito junto a su obra maestra. Fui más allá todavía: en Navidad y Reyes Magos le traía regalos, y de esos buenos, grandotes, espectaculares que se colocan al pie del arbolito.

Cuando G tenía como 4 o 5 años se había fascinado con un libro de barcos que mi tío D tenía en su recámara. Mi hermanito todavía no sabía leer, pero mi tío, cariñoso como fue siempre y generoso con quien demostraba interés por saber, le había explicado lo que veía y él se aprendió todo de memoria; entonces el siguiente enero, en esa única mañana en que los niños no necesitan que nadie los saque de la cama, puse junto a su zapato un barco de juguete; ni más ni menos que el barco pirata de Playmobil. Cuando lo armamos, erguimos los mástiles y subimos las velas, le conté no sé qué cuento utilizando a los muñequitos como protagonistas y al barco como escenario; por momentos ambos parecíamos tener la misma edad.

Foto tomada por Abby Chung para Pexels.

Horas más tarde, durante la merienda de la rosca de reyes, G jugaba a no más de un metro de mí y mi prima E, a quien le contaba que los muñequitos tenían sus alfanjes, uno de ellos, un garfio, otro, su pata de palo y, uno más, su parche en el ojo. Le expliqué que el barco estaba aún más impresionante porque no le faltaba detalle:

— Tiene los tres mástiles y la canastita que va en el más alto para ver a lo lejos, un timoncito que da vueltas y las velas se amarran a los palos horizontales excepto una, la que se sujeta al pico ese que los barcos tienen al frente…

Fui interrumpida abruptamente por la vocecita severa y refunfuñona de G, que me corrigió frunciendo la nariz, claramente molesto por mi ignorancia del lenguaje marítimo:

—¡Bauprés!

Nos miramos mi prima y yo un tanto contrariadas, y al unísono dijimos:

—¡Niño mamón!

G, que parecía tener respuesta para todo, esta vez se quedó callado.

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