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Entre badulaques, gandules y vaquetones te veas

Las palabras que usan las abuelas no son tan erradas como pensabamos, ¿Quiéres saber de donde vienen?.

Cuando mi abuela nos veía a mis primos y a mí —todos hombres— holgazaneando en la banqueta, molestándonos unos a otros, jugando a la pelota sin parar o simplemente viendo al cielo con una cerveza en la mano, nos decía con su voz tipluda y su pronunciación castiza: «sois unos badulaques, unos gandules, unos vaquetones». Entonces estaba realmente enojada, por lo que también agregaba a esa serie de calificativos los de ordinarios, atorrantes y holgazanes.

ilustrado por Genaro Altamira
ilustrado por Genaro Altamira

Mi abuela murió hace muchos años, pero cada vez que oigo la famosa canción de Serrat… ésa, la de Las malas compañías, que dice: «Mis amigos son unos atorrantes, se exhiben sin pudor, beben a morro, se pasan las consignas por el forro y se mofan de cuestiones importantes», me acuerdo de mis primos y, obviamente, de la abuela, que tanto nos quiso y tanto nos reprendió con esas palabras que nadie sabía bien a bien qué significaban y de dónde provenían. Por eso, ahora que tengo el tiempo y que mis hijos ya están a punto de convertirse en sujetos de dichos adjetivos, los busqué en el diccionario para encontrarme con que:

Badulaque viene del mozárabe berdolaca y se refiere a una persona necia, inconsistente e impuntual en el cumplimiento de sus compromisos, es decir, a un «bueno para nada». Por su parte, gandulviene de gandur,también del árabe, y significa truhán, tunante y holgazán. Por último, vaquetón —que no se encuentra en el DRAE, como los otros, sino en el Diccionario de mejicanismos de Francisco J. Santamaría— se refiere a un tipo calmudo, tardado, pesado, informal y hasta descarado que, incluso, «acepta cualquier insulto, amonestación o reprimenda con la mayor naturalidad del mundo».

Como ven, mi abuela no estaba tan errada. Todos los adjetivos estaban bien supuestos y bien puestos, pues, en resumen, lo que ella nos quería decir es que si seguíamos por ese camino, no dejaríamos nunca de ser unos vagos y buenos para nada. Y no cabe duda que, en ese tiempo, lo éramos, sobre todo vaquetones, porque aceptábamos sus amonestaciones una a una —como dice Santamaría— con la mayor naturalidad.

Emiliano Alonso Cué es ingeniero agrónomo. Nació en la ciudad de México y vivió siempre en la colonia Álamos, cerca de casa de su abuela, que era asturiana. Tiene especial afición por la cerveza, la sidra y el Jai Alai. También es fanático de la fabada —sobre todo de la que hacía su abuela—, pero, como es mexicano, la acompaña con chile serrano a mordidas.

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