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Damisela

¿En quién pensamos cuando pensamos en una damisela?

En una mujer joven e indefensa que se encuentra en peligro y debe ser rescatada por un valiente caballero. Ni más ni menos.

Será por eso que es una palabra vieja, anquilosada, que en nuestra época ya no se estila, porque el feminismo ha impulsado a muchas mujeres a valerse por sí mismas, a no tener que esperar a un hombre que se haga cargo de ellas. Así que, cuando alguien llega a abrir el arcón de las palabras olvidadas y saca ésa de damisela, lo hace casi siempre de forma irónica.

Etimológicamente hablando, el término se deriva del francés dame, ‘dama’; damisela nace del francés antiguo, cuando se traducía como ‘señorita’ —ahora demoiselle—. Pero la palabra francesa proviene, a su vez, del latín domina, ‘dueña‘ y su diminutivo domnicilla.

Digamos pues, que la damisela fue en el pasado la «dueñita» del corazón de hombres esforzados, desde los mitos griegos hasta los melodramones victorianos, pasando por las novelas de caballería del medievo y las góticas del siglo XVII. Ingenuas, imprudentes y sin sesos, estas heroínas caían con facilidad en las garras de monstruos o villanos y tenían que esperar, inermes, a que un guapo caballero las rescatase. Podían ser bellas, pero exasperaban por su indefensión.

Tal vez por eso el concepto se fue modificando hasta llegar a los diccionarios de forma bien distinta: María Moliner, igual que la rae, la define como «mujer joven con ínfulas de dama. Cortesana, mujer que ejerce la prostitución». ¡Vaya escándalo, pasar de doncella a prostituta! Nuestro DEM ni siquiera la contempla, pero en el ejemplo de una acepción —zurrapa— la coloca, de igual manera, junto a términos como «vaga, suripanta y la de tacón dorado».

Y tal vez por eso, el cubano Ernesto Lecuona compuso una canción donde, al lado de la «tierna damisela», una femme fatale se queda cortita:

Damisela encantadora,
damisela por ti yo muero. […]
Cuando a ti los galanes,
sin distinción,
te dedican requiebro
con gran pasión,
con tu aire de princesa,
bello y juncal,
destrozas mi corazón.

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