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Las matanzas escolares más sangrientas Parte I

¿Cómo, en un lugar al que se va a aprender, podría pasar algo así? Las matanzas escolares no son cosa particular de los últimos tiempos.
Las matanzas escolares más sangrientas Parte I

¿Cómo, en un lugar al que se va a aprender, podría pasar algo así? Las masacres o matanzas escolares no son cosa particular de los últimos tiempos, ni de un país en específico, pero sí que se han incrementado y suelen suceder más bien en naciones consideradas de primer mundo.

En este Top 10 se han escogido sólo aquellas que han sido perpetradas por civiles, en solitario o en pareja, y por motivos sobre todo personales, y no políticos. A pesar de que es un fenómeno que incumbe, por supuesto, a la sociedad y a los gobiernos, los asesinos de las matanzas que se describen a continuación no pertenecían, en el momento de las masacres, a ningún grupo político y actuaron movidos por situaciones particulares que los afectaban sólo a ellos. Presentamos las primeras cinco masacres del conteo.

Colonia, Renania del Norte-Westfalia (Alemania, 1964)

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El 11 de junio de 1964, el veterano de guerra Walter Seifert —de 42 años—, entró a una escuela primaria católica en esta ciudad del oeste alemán gritando que era «Adolfo Hitler II» y atacando a los alumnos con un lanzallamas y una lanza. Seifert estaba pasando por una situación difícil pues, además de que le acababan de diagnosticar tuberculosis, ya padecía problemas mentales desde que su esposa había muerto dando a luz unos años atrás. Walter creía que el gobierno le estaba negando una pensión que se merecía por haber peleado en la II Guerra Mundial.

Sin embargo, a pesar de ser esquizofrénico, los doctores no lo consideraban peligroso. Las causas que propiciaron el ataque siguen siendo desconocidas; a lo único que se le puede atribuir es al estado mental de Seifert. Hubo 10 muertos —ocho estudiantes y dos profesoras— y 28 heridos. El hombre ingirió insecticida en un intento de suicidarse antes de ser aprehendido, pero lograron detenerlo. Murió el día después. La escuela es ahora un centro cultural en memoria de las victimas.

Escuela Politécnica, Montreal, Quebec (Canadá, 1989)

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El 6 de diciembre de 1989 era el último día de clases para los estudiantes de la Escuela Politécnica de Montreal y, para algunas —porque todas las víctimas fatales fueron mujeres—, fue el último de sus vidas. Marc Lépine, de 25 años —quien había tomado algunos cursos en dicha institución—, acudió esa tarde armado con un rifle Ruger Mini-14 semiautomático y un cuchillo de caza. Lépine asesinó a 14 alumnas y dejó heridos a otros tantos: diez mujeres y cuatro hombres. Finalmente, antes de que la policía lo detuviera, se suicidó de un tiro en la cabeza.

Lo peculiar —y espantoso— del caso, es que Lépine sólo se concentró en ellas: las mujeres eran su objetivo y, cuando entró al primer salón de clases en donde comenzó con su masacre, dijo estar «en contra de las feministas». Se sabe que había estado planeando todo desde hacía varios meses. El asesino creció en un hogar disfuncional, maltratado y abandonado por su padre, más bien introvertido —casi antisocial—. Su madre trabajaba tiempo completo debido a que, después de haberse divorciado, su ex esposo no cumplió más que un par de veces con las pensiones alimenticias, por lo que se vio forzada a ausentarse de casa para llevar el sustento a sus hijos —además del chico, tenía otra hija también—.

En su nota de suicidio, Marc Lépine dijo haberlo hecho para quitar del camino a todas esas feministas que estaban ocupando los trabajos que normalmente ocupaban los hombres y que habían «arruinado su vida».

Secundaria de Albertville, Winnenden y Wendligen, Baden-Wurtemberg (Alemania, 2009)

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Tim Kretschmer tenía 17 años cuando decidió perpetrar una matanza el 11 de marzo de 2009 en su ex escuela: la secundaria Albertville. El chico apenas se había graduado —con calificaciones mediocres— el año anterior. Esa mañana, tomó el revólver semiautomático de 9 mm de sus padres y se dirigió a la institución vestido y enmascarado de negro. Nueve estudiantes —de los cuales, sólo uno era hombre— y tres profesoras murieron. La policía llegó cuando Kretschmer todavía estaba allí, pero, de algún modo, logró huir.

En su loca carrera, mató a un empleado de una clínica psiquiátrica cercana en un parque. Luego secuestró a un conductor para que lo llevara a Wendligen, donde mató a otras dos personas —un empleado y un cliente de una agencia de autos donde pretendía robar un coche—, pero después, rodeado por la policía, al parecer se suicidó —otras versiones de la noticia dicen que lo mató la policía—. Las personas que lo conocían lo describían como callado y tranquilo. El hombre que lo llevó —contra su voluntad— de un sitio a otro, dijo haberle preguntado por qué lo hacía, a lo que Kretschmer contestó: «por diversión».

Preparatoria de Columbine, Littleton, Colorado (EE. UU. 1999)

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Quizá sea ésta la más tristemente célebre de todas, pues han hecho películas, documentales, canciones y hasta parodias: la masacre de Columbine perpetrada por Eric Harris —de 18 años— y Dylan Klebold —de 17—, el 20 de abril de 1999. Hubo un total de 13 muertos —un profesor entre las víctimas—, y 21 heridos. Ambos iban preparados para una matanza de mayores dimensiones, pues pretendían emular —incluso sobrepasar— el ataque terrorista de Oklahoma llevado a cabo por Timothy McVeigh unos años antes, en el que murieron más de 160 personas. Se armaron de explosivos —que ellos mismos fabricaron aunque, al final, no funcionaron—, cuchillos, rifles y pistolas.

Su objetivo era hacer explotar la cafetería y luego dispararles a los sobrevivientes. Como esto no salió como querían, abrieron fuego contra todo aquél que se cruzó en su camino. El lugar donde más sangre derramaron fue en la biblioteca, donde murieron diez estudiantes de entre 14 y 18 años. La horrible situación duró menos de una hora —entre las 11:00 a.m. y las 12:00 p.m.—, que debió parecer eterna para los que la vivieron. La policía no intervino adecuadamente, puesto que sólo se limitó a intercambiar disparos con los asesinos mientras éstos estaban dentro. Finalmente, Eric y Dylan se suicidaron.

Luego de las investigaciones correspondientes, se descubrió que llevaban planeando el ataque desde un año antes. Ambos venían de familias disfuncionales —o, al menos, pasaban mucho tiempo solos e ignorados por sus padres—, eran grandes fanáticos de los videojuegos violentos y aficionados a las computadoras y al Internet.

Los adolescentes poco lograron en comparación con lo que McVeigh hizo; sin embargo, sus violentas acciones abrieron la discusión y polémica sobre el fácil acceso a las armas en los EE. UU. y los efectos que tienen sobre los chicos cosas como los videojuegos, el bullying que sufren en la escuela y verse separados de un grupo. Incluso se llegó a pensar que, quizás, por ser «góticos», tenían ciertas tendencias suicidas y asesinas. T

ambién se ha especulado si iban por un determinado grupo social, racial o católico; si estaban o no bajo medicación y cómo fueron diagnosticados —Harris como psicópata, Klebold como depresivo—. Lo cierto es que muchas de estas cosas no son más que habladurías, excusas o, como mucho, sólo una pequeña parte de un todo que está haciendo mucho mal a la juventud y a la sociedad norteamericanas.

Universidad de Texas, Austin, Texas (EE. UU., 1966)

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El 1 de agosto de 1966, el ex marine y estudiante de arquitectura, Charles Whitman, de 25 años, después de haber asesinado a su madre y su esposa, se dirigió a la Torre de la Universidad de Texas, armado de tres rifles, dos pistolas y una escopeta. Abrió fuego antes del mediodía; un fuego que duraría 96 minutos. Mató entre trece y quince personas e hirió a más de 30, conmocionando a la nación entera, pues no había precedentes de matanzas semejantes.

Fue él quien introdujo la grotesca idea del asesinato colectivo en espacios abiertos. Al igual que la mayoría de los asesinos, Whitman provenía de una familia disfuncional —padre abusivo, madre sumisa— y, desde muy pequeño estuvo en contacto con las armas. El conocimiento que adquirió en el ejército también lo «ayudaría» a perpetrar sus acciones. También bebía alcohol y abusaba de las anfetaminas. En sus notas de suicidio, confesó no entenderse a sí mismo esos días y que había matado a su madre y a su esposa para «salvarlas» de las atrocidades del mundo. Murió al recibir varios disparos de la policía.

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