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Hubert Givenchy, un soñador en París

Givenchy se dio a conocer por reconceptualizar el clasicismo al comprender la necesidad de las mujeres por poseer el control de sus prendas

Un día en Beauvais, Francia, Hubert James Taffin de Givenchy soñó con ir a París. En la década de los 60 se convirtió en el diseñador que toda mujer quería vestir. ¿Su inicio? Las tardes cuando su abuela le permitía abrir y aproximarse a sus gabinetes colmados de telas, esto como recompensa por obtener excelentes calificaciones en su colegio.
Givenchy nació el 21 de febrero de 1927 y después de vivir en un mundo de telas, se mudó a París cuando cumplió 17 años, con el fin de estudiar en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes. El ingreso a la institución le permitió conocer al diseñador Jacques Fath quien le concedió un trabajo en su firma, mismo que lo ayudó a conocer la industria de la moda. Un par de años después comenzó a trabajar en Lucien Lelong, en donde se encontró con Pierre Balmain y Chistian Dior.
Finiquitó su etapa de aprendiz con Elsa Schiaparelli, con la culminación de sus valores de composición y elegancia. Pero su talento le exigía continuar, fue entonces que en 1952, Givenchy abrió su propia casa de alta costura, pues años atrás había adquirido conocimientos para manejar su propia marca.
Su colección debut fue exitosa y su primer emblema fue la blusa Bettina —con cuello ancho y mangas con volantes de bordado negro—. Sin embargo, frente a la aceptación de su colección se mentalizó en ver más allá de la victoria: construir un patrimonio sólido.
«Un creador de personalidad», Audrey Hepburn.
Posteriormente se asoció con Cristóbal Balenciaga —que para Givenchy era como su padre, ídolo y mentor— e introdujo una nueva silueta que representó el saco, mismo que liberó la cintura ceñida de miles de mujeres en ese entonces.
Givenchy se dio a conocer por reconceptualizar el clasicismo al comprender la necesidad de las mujeres por poseer el control de sus prendas. Asimismo, revolucionó con su estética el uso de vestidos de gala al separarlos en dos piezas, para que sus clientas cambiaran su atuendo con relación a su estado de ánimo.
Pasaron los años y su firma en la industria de la moda se conoció como sinónimo de tradición e innovación. Sin embargo, su ideología de dar siempre el siguiente paso lo llevó a retirarse en 1995: «Dejaré de hacer ropa, pero jamás de descubrir», de esta manera se despidió el epítome de la elegancia parisina.

El vinculo alta costura-espectáculo

En la época conocida como la edad de oro de la alta costura, el diseñador vistió a mujeres que pertenecían a la industria del espectáculo. ¿Su piedra angular? Audrey Hepburn —a quien consideraba su más grande amor platónico—. Givenchy la vistió dentro y fuera de sus rodajes, por lo que, su relación se convirtió en una obra de arte.

Creó el guardarropa de Jackie Kennedy en su visita de estado a Francia en 1961; esbozó para Grace Kelly y la Duquesa de Windsor, entre otras. Su obra fue más allá de la responsabilidad de construir una casa de alta costura, pues liberó y empoderó a la mujer con una sola de sus prendas.

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