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El Profeta del Nopal: Rodrigo González

Rodrigo González, cantante mexicano que desapareció en la catástrofe del sismo de 1985, descubre más detalles.
Rodrigo González

Rodrigo Eduardo González Guzmán –mejor conocido como Rockdrigo—nació una navidad a mitad del siglo pasado en Tampico, Tamaulipas. Desde niño tuvo el oído aguzado, escuchaba todo tipo de música. Aprendió sones huastecos pero también se contagió con el ritmo rockero de muchos grupos, en su mayoría extranjeros, de la época.

Vía elsiglodetorreon.com.mx


Con el tiempo, sus gustos lo volvieron multifacético, pues le gustaba modelar, cantar, actuar, y escribir. Quizás en esto influyó su natal Tampico, pues según él esta ciudad era un conglomerado de influencias musicales: «vives en la eterna pachanga, yo recuerdo que la casa de mis padres y la de mis abuelos estaba situada a tres o cuatro cuadras de diferentes centros de baile, en la esquina de la casa había una discoteca, luego había otro lugar donde se bailaban puras cumbias, otro de tangos; Tenía entonces como quince años y empecé a componer casi inmediatamente».


Comenzó su carrera musical en camiones, esquinas y bares, incluso realizó conciertos dentro de reclusorios. Las temáticas que abordaba en sus canciones eran los movimientos sociales y estudiantiles, un poco de poesía sobre el amor, la doble moral de la sociedad, las guerras, la pobreza, identidad y violencia.


Él mismo, en una entrevista para La Jornada –la última–, confesó que la verdad no quería estudiar, que nomás andaba viendo si alguna [carrera] lo emocionaba, para entonces hacerle caso a sus papas y ser un buen chico. Pero después de estar en siete carreras y no hacerla, aunque su formación no fue académica, Rockdrigo se llenó los ojos de letras: García Márquez, Rulfo, Sabines, Artaud, y varios más, fueron sus maestros encontrados entre páginas.

«El Bob Dylan mexicano»…

Rodrigo González
Vía rock11.com

Siempre fue un hombre terco que hallaba la forma de hacer las cosas de otra forma si la primera no le funcionaba. Como algunos otros artistas, Rodrigo se mudó primero a Veracruz –estado referente de música folklórica–, y más tarde emigraría a la Ciudad de México, que a finales del siglo xx se mantenía como el gran centro de producción de la industria cultural.

Mantuvo su estancia aquí cantando en bares y en la calle hasta que conoció a Françoise, quien al parecer se convertiría en su mecenas, pues lo llevaría de viaje durante seis meses a Francia, por lo que su mente recibió un importante estímulo contracultural.
Rodrigo leyó a Freud y a Jung, referencias que de hecho aparecen en algunas de sus canciones, por ejemplo en «Tiempos híbridos» y «Metro Balderas».


A su regreso a México en 1983, Rodrigo entró en contacto con los luego llamados «Rupestres», un apelativo que derivó de un ciclo de conciertos realizados en el Museo Universitario del Chopo por iniciativa de él, de Jorge Pantoja y Rafael Catana. Este movimiento musical Rockdrigo mismo lo definió así: «son poetas y locochones, rocanroleros y trovadores, simples y elaborados; gustan de la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano, tocan como carpinteros venusinos y cantan como becerros en un examen final del conservatorio».

La influencia que tuvo de Bob Dylan –innegable como el peso que tuvieron los Beatles en su oído– fue más que musical. La ruptura con la autoridad, la liberación como antecedente necesario para la búsqueda personal son tópicos en común en la historia de Rodrigo: el artista perteneciente a la generación de la posguerra que decide abandonar el hogar para convertirse en músico callejero. Aunque musicalmente presumía de requintear mejor que aquel músico estadounidense.

La amplitud del profeta

Las letras del Rockdrigo contienen metáforas que revelan una observación crítica de la realidad social en el Distrito Federal. Sensible a los dramas de la clase obrera, González tiene la intención de ir a contracorriente de las clases dominantes, una visión compartida por los Rupestres, quienes dejan muy claro a qué no se quieren parecer. En ese sentido, el adjetivo popular como oposición a la alta cultura está muy presente.

Vía Wikimedia Commons


Las canciones de Rockdrigo operan como una especie de caleidoscopio en el que pueden observarse diferentes matices de la sociedad mexicana, desde la perspectiva de la clase media. La migración de diferentes estados de la república a la capital en las décadas anteriores, constituyó al d.f. como una metrópolis compleja desde finales de los años setenta.

A esto se suma que son años de crisis económica, en 1982 se devaluó la moneda mexicana y después el país contrajo una alta deuda con instituciones internacionales.
«Se trata de ser uno mismo, equilibrar por ejemplo la fantasía colectiva con tu fantasía individual, que al fin y al cabo, las dos están matizadas de realidades e irrealidades.»


Rodrigo González tuvo la intención crítica que lo alejó de las garras de las industrias culturales, pues buscaba influir en la reflexión de quienes lo escuchaban, más que obtener los favores monetarios de sus composiciones. El escritor José Agustín planteó que él consiguió integrar el lenguaje al rock and roll.

La vida de este cronista musical llegó a su fin –a sus 35 años— el 19 de septiembre de 1985. El día en que un terremoto de 8.1 grados sacudió la capital de México, varias casas y edificios se derrumbaron; entre estos, los departamentos de la calle Bruselas en la colonia Juárez, donde habitaba Rockdrigo.

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