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Tómate esta botella conmigo…

¿Qué decir acerca del tequila? Las alternativas son muchas. Se podría decir, por ejemplo, que el tequila es —sin duda y junto con el sombrero 
de charro— un símbolo de México para el resto del mundo.

¿Qué decir acerca del tequila? Las alternativas son muchas. Se podría decir, por ejemplo, que el tequila es —sin duda y junto con el sombrero 
de charro— un símbolo de México para el resto del mundo, que es muy probable que un gringo, un coreano, un brasileño o un danés —si vive en una zona urbana medianamente culta— no sepa dónde queda nuestro país, pero seguro sabe qué es el tequila y, con suerte, hasta lo ha probado.

O, más bien, se podría empezar por decir que el tequila es un aguardiente extraído del agave mediante la destilación del mosto —o zumo— fermentado; que es natural de una pequeña región del occidente de México, llamada Tequila, y que de ahí viene su nombre; que se hace del agave azul, xiguen o «tequilero»; que crece solamente ahí y, por ello, tiene denominación de origen.1 Algunas de las denominaciones de origen mexicanas registradas son: mezcal de Oaxaca, artesanía de Olinalá, Guerrero, y cerámica de Talavera de Puebla. Los productos con denominación de origen en México se reducen a unos pocos. ¿Por qué?, se preguntará usted, querido lector; lo mismo me he preguntado yo muchas veces —cuando veo que en España hay cientos— y no me sé contestar.

También pensé en comenzar por hablar de su historia, decir que los indígenas mexicanos descubrieron que del agave podían obtener un jugo único: el «aguamiel» y que posteriormente los españoles lo destilaron, y así seguir con todo el relato de su producción hasta nuestros días.

Por otro lado, creí que era buena idea entrarle al tema de que el tequila en general se había consumido en México de forma popular y vernácula y que tuvieron que pasar muchos años para que en verdad se le empezara a considerar 
una bebida a la altura del whisky y del coñac. Así, me podría haber puesto a hablar acerca de cómo el tequila, considerado tradicionalmente una bebida rural y cantinera, hoy está en boca de muchos consumidores extranjeros y mexicanos que hasta organizan catas para degustarlo.

Significado y retórica del tequila

Estarán de acuerdo conmigo en que cada bebida significa algo, en especial tratándose del inconsciente colectivo occidental. La champaña es, sin duda, festejo; se usa para celebrar el amor, el triunfo o cualquier cosa, porque es burbujeante y da una especie de alegría instantánea. El ron es reflejo de la idiosincrasia caribeña que gusta del baile, la fiesta y el tambor. El coñac es un aguardiente que refleja seriedad y refinamiento, tranquilidad y madurez. El ajenjo, por su parte, podría representar el instinto creador de los poetas y artistas malditos, y el vodka, el uso consuetudinario, y para nosotros excesivo, de las tierras nórdicas que tienen temperaturas bajo cero.

«¡Qué bonito
 y qué bonito es llegar a un merendero y beber en un jarrito un tequila con limón!»

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Tequila con limón
El tequila representa, a primera vista, el festejo y la muestra de mexicanidad, pero, más allá y en un sentido más profundo, representa el despecho, el mal de amores, por aquella creencia popular de que «hay que beber para olvidar» y, para eso —estoy convencida— nada se pinta mejor que el tequila.

Así, buscando entre las canciones populares, podemos ver que las más antiguas hablan del tequila como una expresión pintoresca y como un hábito del charro y del borracho
 de pueblo. Tenemos las canciones vernáculas tan típicas de Jorge Negrete, como Cocula, en la que se habla del origen del tequila: «De Cocula es el mariachi, de Tecalitlán los sones, de San Pedro su cantar, de Tequila su mezcal y los machos de Jalisco»; o el Charro mexicano, canción que expresa claramente la forma de ser y de hacer del charro: «Bebo tequila en mi jarro para que me sepa a barro y al calor de mi sarape yo cobijo mi ilusión»; también está la 
de Ay, Jalisco, no te rajes, que dice: «Me gusta escuchar los mariachis […] y echarme un tequila con los valentones»;
 la de Tequila con limón y una de las más antiguas y famosas: La tequilera, que hizo famosa Lucha Reyes: «Borrachita
 de tequila llevo siempre el alma mía […] Me llaman “La Tequilera” como si fuera de pila, porque a mí me bautizaron con un trago de tequila».

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Más tarde encontramos el tequila en el mundo urbano de la capital, entre la clase popular de la década de los años 40 y 50, que bien representa Chava Flores en canciones como La tertulia: «Ahí me encontré con los amiguitos de Ofelia, que 
a contrabando habían pasado su tequila, nos aventamos unas copas tras la pila y por poquito, ya mero, nos cae Amelia».

Los escenarios son claros: una cantina, un bar, una fiesta o un cuarto vacío en donde hay un amante sufriente y una botella de tequila.

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Pero no cabe duda que donde el tequila realmente hace de las suyas es en la imagen del dolido, del despechado, de aquel que bebe para olvidar, del abandonado, del que sufre por amor —ya sea mujer u hombre—, que canta canciones «de dolor y contra el otro». Los escenarios son claros: una cantina, un bar, una fiesta o un cuarto vacío en donde hay un amante sufriente y una botella de tequila. El tema también: abandono, desamor, dolor profundo, decepción; y las frases: «No lloro; nomás me acuerdo», «¡Ay, dolor, ya me volviste a dar!», y otras por el estilo. La tradición va desde las películas de Pedro Infante y las canciones de José Alfredo Jiménez hasta las canciones que actualmente se oyen en la radio, pasando por El Tri, Eagles, Bobby Bare y Greg Brown, más los que se acumulen.

Pero hagamos un recuento de lo que se dice del mal de amores y del tequila, pa’ cuando nos hagan falta.
Empecemos con las más tradicionales, como el corrido de La Valentina, en donde el de la voz expresa su coraje diciendo: «Valentina, Valentina, rendido estoy a tus pies, si me han de matar mañana que me maten de una vez […] Si es porque tomo tequila, mañana tomo jerez, si es porque me ves borracho, mañana ya no me ves». Y sigamos con las de José Alfredo, que no cabe duda que son prototipo del amor mal correspondido y su cura tequilera. Una de las más populares es Ella, en la que describe cómo su amada se va y él quiere «hallar el olvido al estilo Jalisco, pero aquellos mariachis
 y aquel tequila» lo hacen llorar. También en la canción Tu recuerdo y yo describe su ritual para olvidar: «Estoy en el rincón de una cantina, oyendo una canción que yo pedí, me están sirviendo ’orita mi tequila, ya va mi pensamiento rumbo a ti».

«Me falta una mujer, me sobran seis tequilas, no ver para querer, malditas sean las pilas que me hacen trasnochar.»

Seis tequilas, Joaquín Sabina
Todos éstos son ejemplos de cómo el tequila es un aguardiente de desvelos de amor, de corazones rotos y de amores malsanos. Puede haber más, y seguramente muchas canciones de tequila y dolor están por componerse, pero sirva este artículo para guardarse y usarse siempre que el dolor nos vuelva a dar.
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