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Redefiniendo la comunicación

Todo esto puede ser cierto, sin embargo, hoy en día, por comunicación se entienden muchas cosas y todas muy distintas.
Redefiniendo la comunicación

«El conocimiento y la comunicación en el organismo humano en el contexto de cierta organización sociocultural y de su necesidad de cooperación para sobrevivir. Patrones culturales más complejos imponen habilidades más complejas, y éstas a su vez requieren un código comunicativo más intrincado –que de alguna manera y en su momento sirve para facilitar una cultura más elaborada.»

Talmy Givón


Mucho se ha hablado de la gran cantidad de mensajes que pululan por el orbe, mucho de la cantidad de bytes de información que llega a nosotros en distintas formas y de diversas maneras, mucho también de que estamos viviendo en la «era de la comunicación».
Todo esto puede ser cierto, sin embargo, hoy en día, por comunicación se entienden muchas cosas y todas muy distintas. Es decir, que todo el mundo cree entender el término –lo que denota y lo que connota– pero nadie tiene una noción completa del concepto mismo.
En primera instancia, valdría la pena hacer un viaje etimológico de la palabra: el verbo comunicar proviene del verbo latino communico, as, are, avi, atum, que a su vez proviene de communis, vocablo que se traduce como ‘comunicar’, tal cual –lo que nos deja en las mismas.


Sin embargo, si analizamos un poco más, nos damos cuenta de que también connota conceptos como participar y compartir, como conversar, platicar y, más aún como juntar, mezclar, confundir y ensuciar a otro con nuestras ideas. Conceptos, muchos de los cuales desconoce y ni siquiera imagina el verbo español de hoy.
El verbo «comunicar» como tal, aparece por primera vez en el español en 1484, con el sentido de ‘comulgar‘ –«coincidir en ideas y sentimientos con otra persona»– y dos años después, en 1486, ya con el sentido de compartir, tener comunicación con alguien.


Es interesante hacer notar que el vocablo encierra en sí la raíz de común –de donde provienen las palabras como común, comunitario, comunidad, comunión y que implica un grupo de personas – y una desinencia verbal que denota ‘acción’, es decir, el ‘hacer o efectuar una acción’, lo que nos daría el significado de «hacer común». Esto significa que en un origen la palabra connotaba que la comunicación afectaba al comunicado y al comunicador de la misma forma, que se trataba de una cuestión de ida y vuelta.


Pero, dejándonos de argumentaciones etimológicas, podríamos decir que comunicar significa, en principio, «hacer al otro partícipe de algo»; y esto, como nos podemos imaginar, es de una amplitud y una extensión bárbara.
Por otro lado, desde el punto de vista biológico, es un hecho que el ser humano se ha adaptado al medio y ha sobresalido del resto de las especies gracias a dos características esenciales que tienen que ver con la comunicación y el lenguaje.
Una de ellas es la capacidad cognitiva de aprehender lo que ve –que de alguna manera u otra es el resultado del desarrollo del cerebro y la consecución del homo sapiens– y otra –más relevante aún–, su capacidad de transmitir información. Es entonces el lenguaje la vía única e importantísima tanto de adquirir conocimiento como de transmitirlo.


Todas las especies biológicas o seres vivos son capaces de transmitir a sus descendientes la información aprendida a lo largo de su vida, a través de los genes. Pero sólo el ser humano ha sido capaz de generar cultura y de heredarla gracias al lenguaje que le permite «comunicarse» con sus congéneres y «hacerlos partícipes» de sus conocimientos. Más aún, es a partir de la escritura que se logró la verdadera transmisión de información, ya que ésta pudo ser almacenada y consultada por una generación tras otra.


No obstante, desde el descubrimiento de la escritura, pasaron muchos siglos en donde la tradición oral prevaleció. La Edad Media es ejemplo de ello, existía una vertiente oral transmitía lírica y épica –en los conventos, las abadías y las cortes– y paralelamente otra vertiente en donde la cultura libresca se dio de forma impresionante, con copistas e ilustradores que trataban de plasmar en papel lo que de otra manera no hubiera permanecido en el tiempo.
La segunda revolución sustancial la traería la invención de la imprenta en 1440 por Gutenberg, que permitió reproducir los libros «en serie». Esta cultura impresa, aunque sigue siendo importantísima hasta nuestros días –ya que en ella reside la mayor parte de la cultura humana–, puede verse hoy amenazada por la gran cantidad de información que encontramos vía electrónica – especialmente en la televisión, en el radio y en lo que suele llamarse Internet o World Wide Web.


Todos estos medios electrónicos despliegan esa inconmensurable cantidad de bytes de información que revolotean acechantes en todo lo que hacemos y pensamos, que entran hasta nuestra intimidad y nos perforan, que nos amenazan de forma inoportuna con o sin nuestra voluntad.
Ante esto valdría la pena preguntarse si el verdadero sentido de la comunicación sigue siendo el mismo, si realmente nos estamos comunicando –de ida y vuelta–, si estamos «compartiendo», si estamos «conversando» y «comulgando en ideas y conocimientos»; si la información que estamos obteniendo nos ha servido o nos va a servir para algo o si simplemente estamos siendo bombardeados por información y por ideas que no necesitamos, no vamos a usar, ni queremos recibir.

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