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Castillos: obsesión del poder medieval 1

porCarlos Bautista Rojas

¿De dónde vino la idea de construir una fortificación inmensa y maravillosa que pudiera prescindir del resto del mundo? ¿Por qué se volvió un símbolo de poder y una proeza conquistarlos? ¿Cuántos y cuáles son los castillos más relevantes de la actualidad? Un poco de todo ello se pretende responder con esta nota.

Ya estabas aquí antes de entrar

y cuando salgas no sabrás que te quedas.

Jorge Luis Borges

8 de abril de 1271, Siria

La fortaleza del Crac, el castillo cristiano más inexpugnable de la Edad Media ―con 350 metros de diámetro y con una muralla exterior de 900 metros―, apenas cuenta con 200 hombres para soportar el asedio que desde hace meses recibe del ejército mameluco del sultán Baibars.


Baibars, en menos de 10 años, ha derrotado a Luis IX de Francia en la séptima cruzada y ha recuperado ciudades como Damasco y Antioquía, entre muchas otras. Ahora, en sólo cinco semanas, su ejército ha roto la primera línea de defensa del mítico castillo del Crac; pero al traspasarla, se dan cuenta que tienen por delante un foso y una ciudadela interior que es aún más impenetrable que la muralla exterior.


Sin embargo, Baibars tiene todo a su favor: los cruzados cada vez tienen menos recursos y, por medio de una carta, les ofrece la rendición a cambio de perdonar sus vidas y sus bienes. Para sorpresa del ejército mameluco, los cristianos, hambrientos y fatigados, aceptan con desesperación.


A partir de la caída del Crac, sólo trascurrirían 19 años para que la fortaleza de San Juan de Acre fuera derrotada por los musulmanes y, con ella, el dominio cristiano en Oriente Medio.

Sólo entre la costa de Siria y Jordania, había más de 200 castillos para defender las posesiones cristianas en Tierra Santa.

La era de los castillos

Durante el siglo XIII las cruzadas entraron en tal decadencia que, en lugar de dirigir sus esfuerzos contra los sarracenos, se lanzaron contra el Imperio Bizantino. La avidez de riqueza y poder hizo que las posesiones cristianas en la llamada Tierra Santa no recibieran más refuerzos para resistir el constante y creciente acoso musulmán.

La red de castillos cruzados había sido primordial para afianzar la presencia de los conquistadores europeos en tierras siriopalestinas. Las guerras ―como las de todas las zonas fronterizas―, se caracterizaban por: constantes incursiones, «golpes de mano», toma de enclaves y ciudades y, de vez en cuando, grandes batallas. Pero la falta de hombres entre los cristianos ―sólo podían llegar por mar luego de largas travesías y en grupos pequeños― hizo que la estrategia militar se limitara a la defensa.

A partir del siglo XII la necesidad de defender y conservar cientos de plazas cristianas en un permanente estado de guerra, hizo que la construcción de castillos definiera el horizonte medieval. Por supuesto, quienes emprendieron dichas construcciones esperaban erigir sus propios reinos a corto plazo y así reproducir la vida feudal europea. Pero, ¿cómo surgió la idea de que levantar castillos significaba fundar un reino?

De la defensa a la fortaleza

En todas las culturas que desarrollaron arquitectura comunitaria surgió el concepto de palacio y fortaleza. Una de las primeras que se tiene registro fue la de Buhen ―actual Nubia―, en el Antiguo Egipto, construida alrededor de 2000 a.C.

Buhen fue concebida para defender la frontera meridional y controlar las rutas comerciales entre los reinos kushitas y meroíticos con los faraones egipcios a lo largo del Nilo. Alrededor de 1700 a.C., esta fortaleza ya contaba con una doble muralla almenada y fosos que la hacían inexpugnable.

Algunos principios de las fortalezas egipcias y griegas se retomaron muchos siglos después para construir algunos los castillos ―gracias a los manuscritos que los árabes resguardaron en al-Ándalus sobre las ciencias del Mundo Antiguo―, pero la idea básica de los castillos medievales, provino de una fortificación que los celtas erigían en la cima de una colina y rodeaban de una muralla circular. A esta construcción los romanos la llamaron castrum ―del latín castra, ‘fortaleza’.

Carlos Bautista Rojas jamás ha construido castillos de arena ―y mucho menos en el aire―, pero sí recuerda con sorda nostalgia los castillos Exin que le hicieron pasar horas de amena y constructiva ―literal― diversión. Con gusto recibirá sus quejas y observaciones en Twitter. Sígalo como @alguienomas 

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