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De púgiles y mafiosos

En una noche de ronda de los alocados años 50, tres campeones del boxeo profesional, que tenían fama de carniceros, se toparon en las puertas del afamado Stork Club de Nueva York nada menos que con el temible mafioso Frank Costello...

En una noche de ronda de los alocados años 50, tres campeones del boxeo profesional, que tenían fama de carniceros, se toparon en las puertas del afamado Stork Club de Nueva York nada menos que con el temible mafioso Frank Costello —apodado «El Primer Ministro del Bajo Mundo» y heredero del imperio del capo di tutti capi «Lucky» Luciano—, quien iba acompañado de su novia, una hermosísima y sensual rubia.
Tras invitarlos a su mesa, Costello ordenó a los tres púgiles que bailaran cada uno con la chica. Los rudos peleadores accedieron nerviosamente a tan «amable» petición, conscientes de que cualquier desplante o el más mínimo exceso podía ser castigado con una «ensalada de plomo».
Cuando el último de ellos, Willie Pep, terminó su pieza con la rubia, le sugirió al capo que bailara con ella. El Don, con el aire señorial que lo caracterizaba, negó con la cabeza y casi con desdén le espetó: «Tough guys don’t dance…».1 «Los tipos duros no bailan». Esta anécdota la refirió el púgil Roger Donahue al escritor Norman Mailer, quien utilizó la frase para titular una novela que, años más tarde, él mismo llevaría a la pantalla grande.

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