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El escritor André Malraux, un pillo con suerte

El escritor André Malraux es arrestado por robo en Vietnam.

¡Queriditos, qué les cuento! Ando de gira turística por el sureste de Asia y qué bonito es, sobre todo sus paisajes y sus templos, como uno que está en Camboya que se llama Banteay Srei, dedicado al dios Shiva, que tiene la peculiaridad de haber sido construido por manos femeninas hace un montón de siglos. Simple y sencillamente, es precioso, maravilloso, y tiene unos bajorrelieves que quitan el aliento nada más mirarlos.

Saigón, Vietnam, 28 de octubre de 1924.

Pero en otra ocasión me explayaré hablando del arte jemer, por ahora me dedicaré a contarles un sabroso chisme del que acabo de enterarme nada más al pisar las calles de esta pintoresca Saigón, ciudad capital de Vietnam. La noticia más comentada en estos lares es la conmutación de la pena de cárcel del escritor francés André Malraux —23 años— y su amiguito Chevanson, quienes fueron detenidos desde la Nochebuena del año pasado por robarse unos trozos de esculturas, precisamente del templo de Banteay Srei.
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La cosa pasó como sigue: el 13 de octubre de 1923, o sea, hace un año, André, su esposa Clara Goldschmidt y Louis Chevanson, amigo de la pareja, se embarcaron en Marsella y partieron hacia Camboya con dudosas intenciones. Esto lo digo porque no es la primera fechoría de Malraux. Aunque escribe muy bonito y publica artículos de arte desde los 19 años, es un pillo consumado. Fíjense que al casarse con Clara recibió de su suegro una dote, que invirtió en una compañía minera que quebró, por lo que la fortuna de Clara sencillamente se fue por el caño. Pero ya antes de casarse se dedicaba a la compra-venta de ¡libros pronográficos!
En cuanto se percató de que su mala inversión lo había llevado a la pobreza extrema, se puso a idear una nueva forma de conseguir dinero fácil
Hago un paréntesis para comentarles que a André la pobreza de plano no le va para nada, simpre anda vestido como un dandy y le fascina viajar a lugares exóticos y comer y beber a todo lujo. Así que en cuanto se percató de que su mala inversión lo había llevado a la pobreza extrema, se puso a idear una nueva forma de conseguir dinero fácil y rápido. De ahí el viaje a Asia.
Resulta que «alguien» les platicó a Malraux y Chevanson que la venta de arte es un negociazo, por lo que los dos amigos se dijeron: «¿Por qué no nos vamos a Camboya, nos robamos unas piececillas de museo y las vendemos al mejor postor?» Dicho y hecho, ahí van los tres, llegan Luis y André a Banteay Srei y con toda su sangre fría arrancan unos bajorrelieves del templo y se los embolsan. Cuatro días después, los «caballeros» son descubiertos, detenidos, trasladados a Saigón, sometidos a juicio y condenados a tres años de cárcel en una de las prisiones más terroríficas del mundo. ¿Qué tal?
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Cuando la noticia llegó a París, los amigotes de Malraux se pusieron a hacer una campaña para que liberaran al angelito, ya que, a pesar de ser un ladronzuelo, es todo un intelectual, dicen que escribe de una manera tan perfecta que hasta podría ganar alguna vez el Premio Nobel de Literatura. La verdad yo no me lo creo, pero otros dicen que sí, y ¿quién va a contradecir a André Gide, André Breton, Max Jacob, François Mauriac, Louis Aragon y otros tantos artistas e intelectuales —en total 27—, quienes firmaron una carta a las autoridades vietnamitas pidiendo el perdón para Malraux?
Y bueno, tratándose de tantos personajes importantes, la Corte de Saigón dobló las manitas y hoy dejó salir libres a André y Louis, cambiando la cárcel por una sustanciosa fianza. Por ahora, el suertudo de Malraux se salvó de tres años de sufrimiento, pero nadie duda que no tardará en embarcarse en una nueva aventura. ¿Alguna vez se reformará este encantador pillo? Quién sabe, mientras tanto, me voy un rato de paseo, que a Fifí le urge… caminar.
Au revoir!

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