«Las mujeres son instrumento del Diablo “porque quieren saber con gran prisa las cosas que suceden en secreto, porque la vida de las mujeres no es de aprender en los libros… por ello quieren aprender al lado del Diablo.”»
Fray Andrés de Olmos, Tratado de hechicerías y sortilegios (1553)
Las brujas son mujeres con poderes extraordinarios, los cuales podrían ser fruto de un pacto con el Diablo. Lo cierto es que a lo largo de la historia, muchas de ellas fueron acusadas y condenadas por brujería simplemente por ser sabias. Desde la Edad Media hasta las grandes cacerías de brujas ordenadas por la Inquisición en los siglos xvi y xvii, bastaba un mínimo conocimiento de herbolaria para que una mujer fuera considerada amante del maligno.
Una de las cacerías de brujas más sonadas fue la que se produjo en Salem, ee. uu. entre 1692 y 1693, cuando tres mujeres fueron acusadas de embrujar a dos niñas. Este suceso, agigantado por el puritanismo de los pobladores, desató una persecución en la que hasta el detalle más nimio —por ejemplo, un lunar— bastaba para que una mujer fuera considerada bruja, torturada y quemada viva.
El «Martillo de las brujas»
En 1486 la Iglesia católica publicó un documento llamado Malleus maleficarum —«Martillo de las brujas»—, que era la Biblia de los cazadores de brujas. Según esta obra, las mujeres son emocionalmente inmoderadas e inmaduras, con apetitos carnales insaciables, crédulas y charlatanas, menos inteligentes que los hombres, habitualmente embusteras y propensas a vengarse usando la brujería.
Los autores del Malleus maleficarum afirmaban que el Mal está del lado de la mujer. Así, ser independiente, investigadora, conocedora, o incluso pelirroja, eran razones suficientes para que una mujer muriera en manos de la Inquisición.
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