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¿Por qué nos gusta tanto el sexo? IV Modernidad

En el volumen número 4 de la serie de libros ¿Por qué nos gusta tanto el sexo», el lector encontrará información muy interesante sobre las costumbres y prácticas sexuales durante la Modernidad.

El siguiente libro de la colección ¿Por qué nos gusta tanto el sexo? ahora abordará la época de la Modernidad, un periodo en que la sociedad estaba en constante cambio y, como es de suponer, los prejuicios, vicios y costumbres sexuales no se mantuvieron al margen de dichos cambios.
Temas como la mujer, el recato, la prostitución, las relaciones de pareja, la reivindicación, el desenfreno sexual, la vida disipada de unos y recatada de otros se verán reflejados en estas páginas, que no tienen ningún otro motivo más que echar un vistazo a la historia que nos ha abierto puertas para ser más libres sexualmente, pero que también nos ha llenado de prejuicios que hasta la fecha conservamos.
Estos son algunos datos interesantes que encontrarás en este libro:
– Se considera que la Modernidad inició a finales del siglo xv, principios del xvi, con la caída de Constantinopla. Su fin se identifica en las últimas décadas del siglo xviii, con la Independencia de los ee.uu. (1776) y la Revolución francesa (1789).
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– Los baños públicos europeos de los siglos xvi y xvii ofrecían también otro tipo de servicios que las autoridades civiles veían como amenaza a la moral. A los bañistas se les servía vino y comida dentro o fuera del agua, y había camas para quienes querían descansar, estar con sus amantes o con alguna prostituta.
– Los consoladores no se conocieron con ese nombre sino hasta el Renacimiento. Los italianos empezaron a llamarlos dilecto, que significa «placer». Con el paso del tiempo, estos juguetes sexuales se fueron perfeccionando y fue durante el siglo xviii cuando empezaron a aparecer los primeros consoladores hechos de goma, que simulaban la forma del pene.
– La Modernidad que se vivió en Europa fue muy distinta a la de la Nueva España. La novohispana era más una especie de medievo tardío; por ello, cuando en Europa se veían carnavales que exaltaban la lujuria y lo grotesco, por ejemplo, en la Nueva España se seguían practicando muchas de las costumbres morales aún arraigadas en los preceptos de la Iglesia.
– La brujería femenina era tomada muy en serio por las élites religiosas del norte de Europa. En la cacería de estas mujeres, sus dotes fueron exagerados y transformados: el simple poder para curar o dañar a una persona se interpretó como una conspiración demoniaca que amenazaba a Dios y al Estado.
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– El nombre de sífilis proviene de un personaje, el pastor Síphylo, de la obra escrita en verso Syphilis sive morbus gallicusSífilis o la enfermedad francesa— (1530), del médico veneciano Girolamo Fracastoro.
– El primero en usar el término pornografía fue el francés Nicolas Edme Restif de la Brétonne, en un texto de 1769 sobre las prostitutas.
– El «derecho al orgasmo» de la mujer fue tema de discusión en los manuales de confesión del siglo xviii. Sin embargo, la mayoría de los teólogos aceptaba la teoría de Galeno —médico griego del siglo ii— respecto a la satisfacción femenina: «¿le habría dado Dios a la mujer esta fuente de placer sin una finalidad?». En esa época se declaró que la función del «semen» femenino era ayudar al masculino, pues si ambos eyaculaban al mismo tiempo, se crearía una descendencia más hermosa.
Tomado del libro ¿Por qué nos gusta tanto el sexo? iv Modernidad, colección Trivium; Editorial Lectorum y Editorial Otras Inquisiciones: México, 2014.

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