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Cinco episodios de crueldad animal

El amor desmedido por los animales, en especial cuando son mascotas, puede derivar en trastornos —para ambas partes— como la antropomorfización, hiperapego y síndrome de ansiedad por separación.

Antes que nada, por favor, permíteme justificarme. Yo amo a los perros, de verdad. He tenido mascotas que han sido mis compañeras, mis cómplices y hasta mi paño de lágrimas. Las he cuidado y he llorado cuando han muerto. No soy insensible a su fidelidad ni a su ternura, entiendo que son «seres sintientes» y que generalmente guardan menos rencores que los humanos, pero…

¿De verdad requieren tanto ejercicio, dietas, joyas, ropa de diseñador, fotos de profesionales, terapias psicológicas —o etológicas— ropa exclusiva y atención personalizada por parte de un ejército de servidores humanos? ¿Dónde están los límites, quién es el animal y quién la bestia? ¿Tienen gustos, padecimientos y frivolidades comparables a las humanas o simplemente proyectamos en ellos nuestras carencias, complejos y necesidades?

¿El perro dónde está? El perro está buscando, a un amo que le entienda, a un amo que le quie-ra-a. Miguel Bosé

Ésta es una recopilación de circunstancias de las que —sin deberla ni temerla— me he enterado y garantizo que todas son reales. El lector juzgará los cuestionamientos que acabo de plantearme.

Vía Canva

1. El padrino

Todo empezó con la petición de mano. Horacio, el bulldog, fue quien llevó en su hocico el paquetito que Sofía recibió con sorpresa, mientras Sebastián esperaba emocionado, escondido detrás de una columna. Por fin, Sofía abrió la cajita y Sebastián salió de su escondrijo y puso en su dedo el anillo.
Meses después se llevó a cabo la ceremonia. Horacio, como padrino de la boda, recorrió vestido de esmoquin el pasillo de la iglesia con su canastita en la boca, esta vez con las argollas de los novios, entre un «¡aaah!» de ternura general que lo cobijó en su trayecto. Llegó hasta Sebastián, le entregó las alianzas y le lengüeteó la boca, la misma con la que Sebastián besaría segundos después a su esposa para sellar su unión.

Por supuesto que Horacio participó en la fiesta, robando comida de las mesas de los invitados, orinando en las patas de algunas sillas, dejándose acariciar por decenas de manos, y hasta ladró a manera de brindis por los novios. Salió en todas las fotos —esto quiere decir, en todas, incluyendo las oficiales— y, por último, partió con el matrimonio hacia su luna de miel.

Se cuenta que Horacio, a pesar de la blandura de la cama que compartió con los recién casados, no pudo dormir, porque esos desconsiderados se la pasaron gimiendo y pataleando toda la noche.
La antropomorfización consiste en la tendencia a atribuir características, cualidades y actitudes humanas a objetos, plantas o animales.

2. La subasta

Pedrito, el sharpei fue abandonado en la tapo con todo y equipaje por alguien a quien consideraba el amor de su vida. Unas personas muy conscientes de las injusticias de la vida lo miraron, se percataron de su abandono, percibieron su tristeza y se disputaron su cariño.

Comenzó la puja cuando Pedrito, con sus ojos apagados, apareció en las redes sociales. Su historia conmovió a miles, quienes se ofrecieron a adoptarlo y darle el amor que otro le había negado. Como Pedrito estaba enfermo de los ojos, se organizó una colecta para operarlo. Se reunió el equivalente a la manutención de cinco huérfanos durante un año, y así se logró cubrir los costos por la operación y la recuperación del can.
Síndrome de ansiedad por separación. La mascota no puede estar tranquila si el dueño no está físicamente y puede presentar conductas como no dejar de lamerse y destruir todo lo que encuentra a su paso hasta que llega su dueño.

Pedrito fue una miss universo, una flor más bella del ejido, su foto de cuerpo entero acompañó los tuits, su historia se compartió en facebook, fue admirado y deseado hasta que se seleccionó a su dueño: un hombre que había perdido a su mascota recientemente y contaba con solvencia económica para darle todo lo que necesitaba: una lujosa mansión, médicos especialistas, alimentos súper finos y los juguetes más especializados. Lo que unos ojitos tristes pueden conseguir…

3. Jobito

¡Pobre Jobito! Este chihuahueño siempre está enfermo, comiendo croquetas light y visitando a su psicólogo para dominar el estrés y la depresión. A Jobito le ha pasado de todo: alergias, obesidad, urticaria, inflamación en la panza por su estómago sensible. Y eso nomás del cuerpo. Al igual que Rosy, su ama, padece todos los desórdenes mentales que un perro pueda tener: sufre igualmente cuando está ella que cuando no está.
Hiperapego. El dueño le crea una gran dependencia a su mascota, de tal forma que ésta no se puede relajar si no siente físicamente a su dueño, si no lo toca, duerme con él y no soporta estar separado de él ni por una puerta.

Nada hasta ahora ha funcionado para curarlo. Rosy ha probado el feng shui, ubicando su camita hacia el nororiente y mirando hacia un canal entubado —a falta de río, como dice el libro—, ha seguido uno a uno los «7 tips para hacer que tu perro te quiera más» y ha buscado la mejor forma de congraciarse con él según su signo zodiacal —Jobito es del signo cáncer.

Pero, ¿qué hacer si tu perro tiene sobrepeso una vez que tú mismo te encargaste de engordarlo? Rosy quiere curar la tristeza de ambos con pastelillos, pollos rostizados, sánwiches de jamón y de postre, chocolates. Ya le dijo el doc que no le dé esas cosas, pero la carita que le pone y
los chilliditos que da cuando ve las croquetas desgrasadas… «¡No! Pobre animal, ¿y si deja de quererme? Ni modo, lo meteré al gym, a ver si con un poco de agility se le pasa la morriña.»

Activistas del movimiento «Liberen a Eva» lograron reunir más de 3 mil firmas con el objetivo de liberar a una osa que, encerrada en un zoológico de Uruguay, padece, según ellos, depresión y estrés crónico, agudizado por el reciente fallecimiento de su mamá.

4. A 10 mil metros de altura

Billy es un labrador con estudios y diploma. Él acompaña siempre a Lilly en sus numerosos traumas, manías y nervios, mismos que padece en la calle, las tiendas, los restaurantes, las casas de sus amigos y a solas en su propio hogar, pero especialmente en los aviones. Billy es un especialista con un certificado que su dueña compró por 99.99 dólares a un veterinario. Este papelito le permite acompañar a Lilly a dondequiera que vaya y hace suponer que puede asistirla en caso de crisis o recordarle que se tome sus medicinas porque con la angustia se le olvidan.

Ser un perro de apoyo emocional es una monserga, Billy lo sabe perfectamente. Todos creen que es un héroe, un médico, un enfermero, el tranquilizante ideal. La verdad es que él simplemente tiene un condicionamiento básico, no es que quiera a Lilly ni nada de eso, más bien es ella la que no desea quedarse sola. Lo peor es cuando suben al avión: ella empieza a hiperventilar y no para de abrazarlo en todo el viaje, mientras que los pasajeros van, vienen y lo brincan por el pasillo, reclaman que esté ahí y lo miran con desprecio. Algunos hasta estornudan. ¡Ah!, si alguien le hubiera enseñado a usar paracaídas, Billy ya se hubiera lanzado del avión con todo y certificado chafa.

Un hombre de North Walsham, Reino Unido, pagó cerca de 7 mil pesos por la operación de su pez dorado, que padecía un severo estreñimiento. La cirugía duró una hora, la realizó una veterinaria asistida por dos enfermeras y el paciente estuvo vigilado con un monitor de frecuencia cardiaca.

5. Marilyn desencadenada

Marilyn era una bellísima bichón maltesa, de cuerpo menudito, bien formado y un pelambre envidiable, suave, blanco y largo. Una vez por semana, un Lamborghini pasaba por ella hasta las puertas de su casa y la trasladaba a un hotel-spa con cama matrimonial —por si no cabía con sus 30 centímetros de largo— y televisor de pantalla plana, donde recibía un tratamiento integral de belleza:manicure para que sus uñas fueran a veces rosas, a veces azules, a veces lilas, combinando con el tono del mechón de pelo; alimentación balanceada preparada por un chef internacional; un poco de ejercicio dirigido por un entrenador particular; y una nueva selección de joyería y ropa de lujo, que incluía abrigos y vestidos.

La dueña de Marilyn estaba convencida de que ésta padecía neofilia —preferencia por las cosas nuevas—, así que sus juguetes y vestidos eran cambiados por otros nuevos con frecuencia. Cada cumpleaños de Marilyn era un acontecimiento, los nervios se exacerbaban en la búsqueda del regalo perfecto: la pelota adaptada a su tamaño, la mordedera inteligente, la pasta de dientes con sabor a filete mignon…

La verdad es que Marilyn jamás había pisado el suelo, pasaba de los brazos de su dueña a los de sus instructores, estilistas y cuidadores. Pero un día lo logró al fin. Dio la casualidad de que la depositaron en el piso y sin correa, entonces la bichona corrió y corrió y corrió hacia su libertad. No lograron encontrarla.

Creo que he visto a Marilyn. Está cerca de un basurero, echada sobre unos harapos. Su pelo está gris, enredado y sus uñas se ven descarapeladas y sin barniz, pero por fin se le ha quitado la taquicardia y respira acompasadamente, con una paz que sólo la felicidad puede brindar.

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