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El cuenta cuentos espía

Roald Dahl, el célebre escritor de literatura infantil y dotado guionista que resultó ser espía, vivió una existencia llena de magia y fantasía en el mundo real, y nunca dejó de ser niño.

And above all, watch with glittering eyes the whole world around you because the greatest secrets are always hidden in the most unlikely places. Those who don’t believe in magic will never find it.
Roald Dahl1 Y ante todo, observa al mundo a tu alrededor con ojos destellantes, porque los grandes secretos están escondidos en los lugares más inusuales. Aquellos que no creen en la magia, jamás la encontrarán.

El niño que amaba el chocolate

El 13 de septiembre de 1916 nació Roald Dahl en Llandaff, Gales. Su padre, Harald Dahl, era originario de Noruega, pero había migrado a la gris región de Gran Bretaña para ejercer en el negocio del carbón y hacer fortuna.
Gran parte de la niñez de Dahl se encuentra en las anécdotas de su libro Boy. Relatos de la infancia (1984), el cual, según el mismo autor, no es una autobiografía porque no contiene «aburridos detalles».
Es en
 esta obra donde por admisión propia, Dahl cuenta experiencias de su niñez que posteriormente serían la inspiración de sus obras literarias para niños.
Cabe recalcar que los orígenes noruegos de su familia
 que relata en este libro fueron un punto clave en sus historias, las cuales están llenas del folklore del país nórdico.
Roald Dahl tuvo una vida llena de adversidades, plagada de momentos anecdóticos; huérfano de padre a los
3 años, su madre Sofie lo mandó a un internado en Inglaterra. Fue ahí donde el travieso niño encontró la literatura de Rudyard Kipling y otros autores, que esbozarían no sólo su singular acercamiento al héroe, sino también a la fantasía.
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Uno de los momentos más destacados de su niñez ocurrió en el colegio Repton, cuando tenía 13 o 14 años y la chocolatería Cadbury hacía estudios de mercado para sus nuevos productos. Según Dahl, esta marca inglesa de golosinas regalaba barras
de chocolate a los mejores promedios académicos, a cambio de que los niños diesen sus opiniones del producto. Obviamente, para el autor los dulces siempre fueron una obsesión, pero Roald escribió que durante ese periodo sus calificaciones fueron ejemplares; posteriormente el ejercicio de degustación chocolatera inspiraría una de sus obras más emblemáticas: Charlie y la fábrica de chocolate (1964).

El piloto que se convirtió en espía

Luego de terminar sus estudios, Dahl ingresó a las filas laborales de la compañía petrolera Shell, con una sola ambición: viajar.
Fue así como terminó en África justo al estallar la
ii Guerra Mundial, cuando se enlistó como piloto en la Royal Air Force. Durante una misión en 1940, su avión cayó en el desierto libio; tras ser hospitalizado por seis meses regresó al combate en Grecia en 1941.
Dahl voló un par de meses más, hasta que daños colaterales de su accidente le impidieron continuar su carrera como piloto y, por ende, abandonó el frente.
Casi toda su carrera militar fue documentada en su libro semi autobiográfico Going Solo (1986), una especie de secuela adulta de Boy.
Es importante mencionar que ambas obras no son más que anécdotas y carecen de fidelidad, pues el autor colorea de fantasía sus vivencias.
Debido a que Roald Dahl era un individuo carismático, tras abandonar la milicia se le envió a la embajada británica en Washington d.c. para ejercer labores diplomáticas.
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Sin embargo, al terminar la guerra Dahl se convirtió en espía para el gobierno británico bajo el mando del legendario William Stephenson, alias «Intrepid», quien estuvo a cargo de la inteligencia militar británica durante la guerra y la posguerra2 Según lo cuenta William Stevenson en la biografía A Man Called Intrepid —Un hombre llamado Intrépido— (1976).. En este lapso Dahl fue colega de Ian Fleming —creador
de James Bond—. Según algunas versiones, Fleming admitió que su superior —Stephenson «Intrepid»— fue su inspiración para el personaje del agente 007.

El espía que se hizo escritor y papá

Aunque sus labores de espionaje no son del todo comprobables, Roald Dahl incursionó en el mundo de la escritura con el vigor de cualquier agente secreto. Su primer escrito fue una crónica de sus vivencias como piloto aviador en el desierto de Libia titulada «Shot Down Over Libya», la cual fue impresa en la revista 
The Saturday Evening Post en 1942. Aunque publicada
 de manera anónima y publicitada como «una historia real», años después se constataría que fue la primera ficción del autor, ya que su avión no había sufrido un ataque enemigo, sino falta de combustible y direcciones incorrectas.
En 1953 se casó con Patricia Neal, una galardonada actriz que obtuvo un premio Oscar por su papel en Hud (1963).
El matrimonio tuvo cinco hijos: Olivia, Tessa, Theo, Ophelia y Lucy. Lamentablemente, Olivia murió a los 7 años de encefalitis, mientras que Theo sufrió de hidrocefalia cuando, a los 4 meses de edad, un 
taxi en Nueva York arrolló su carreola. Las tragedias para el matrimonio no terminaron ahí: en 1965, mientras Patricia estaba embarazada de su hija menor —Lucy— sufrió aneurismas cerebrales que la dejaron casi paralizada; tras años de cuidados y terapias, Neal se recuperó totalmente.
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A pesar de las turbulencias personales, Roald Dahl continuó escribiendo en casi todas sus modalidades; a lo largo de su vida publicó dos novelas para
 adultos, adaptaciones de obras literarias a guiones cinematográficos —Chitty Chitty Bang Bang (1968)—, varios cuentos cortos —seis de ellos adaptados para el programa de televisión Alfred Hitchcock Presents— y una obra de teatro llamada The Honeys (1955).
Dahl admitió en alguna ocasión que escribir buenos libros para capturar la atención y, sobre todo, el corazón de los niños le resultaba un mayor reto que escribir para adultos.
El desvío rotundo hacia lo infantil en su carrera ocurrió al tener hijos, ya que comenzó a contarles cuentos que él mismo inventaba, el mirar el
 destello en los ojos de los niños cuando
 acertaba con las historias lo impulsó.
 Y no se detuvo hasta su muerte.
 
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