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El fuego interior

¿Cómo fue que llegamos a la fisonomía actual de nuestro planeta?
El fuego interior: vulcanismo

Por José Antonio Valverde

A través del camino recorrido a lo largo de su existencia, el ser humano ha sido testigo de los diferentes «cambios de look» de la Tierra, desde aquel legendario supercontinente llamado Pangea hasta los que, hoy por hoy, son un poco más familiares: África, América, Asia, Europa, Oceanía y la Antártida. Pero, ¿cómo fue que llegamos a la fisionomía actual de nuestro planeta?

El vulcanismo y la tectónica de placas

Todo comienza con estos dos procesos geológicos que se encargan de crear y modificar los mares y continentes, y que han moldeado la faz del globo. La tectónica de placas es una teoría formulada a principios del siglo pasado por Alfred Wegener, que proporciona una explicación de la deriva continental. Este fenómeno es causado por las interacciones de las placas o láminas que conforman la fragmentada superficie terrestre a manera de un rompecabezas colosal. Por otra parte, el vulcanismo es la manifestación de los procesos térmicos internos de un planeta o satélite a través de la emisión de productos sólidos, líquidos y gaseosos en su superficie. Ahora, ¿qué tiene que ver uno con otro?

El fuego interior: vulcanismo

Pues bien, ambos se relacionan, porque la dinámica de las piezas de este rompecabezas es el motor generador de la actividad volcánica de la Tierra. Si las placas fueran entidades estáticas, la deriva continental nunca habría sucedido, el mundo se vería tal y como en sus inicios y la historia de los seres vivos sería distinta.

maginemos el día en que, por primera vez, el hombre se percató de que había algo más que tierra bajo sus pies. Semejante descubrimiento sólo pudo deberse a dos de las más poderosas fuerzas de la naturaleza: una erupción volcánica o un terremoto, demostraciones palpables de la tremenda energía contenida en el interior del planeta. Hay que adentrarnos en sus profundidades, que es donde todo se origina, para comprender mejor estos procesos.

Viaje al centro de la Tierra

Recordemos que el globo terráqueo está formado por tres capas principales: la corteza, el manto y el núcleo.

La corteza es rígida y es la capa externa, la más delgada y menos densa. Su superficie es fría en comparación con las otras dos. La parte superior del manto, totalmente sólida también, se funde con la corteza constituyendo la litósfera. Las placas de tipo continental, compuestas por materiales ligeros, no se sumergen en el manto, al contrario de las oceánicas, cuya densidad es similar a la de este último.

El manto representa la mayor parte de la masa del planeta y está estructurado en dos partes. La astenósfera es la sección inmediatamente inferior a la litósfera. Su composición es muy viscosa y su temperatura, cercana al punto de fusión, lo que la hace flexible y ligeramente fluida. La mesósfera es la sección que envuelve al núcleo y posee la misma composición que la astenósfera; sin embargo, debido a la alta presión que prevalece en estas profundidades, la roca se compacta y se vuelve maciza.

La actividad volcánica fue uno de los factores clave en el desarrollo de la atmósfera y, por consiguiente, de la vida.

Las diferencias de temperatura, presión y densidad entre las capas de la tierra generan flujos convectivos en la astenósfera y en el núcleo externo, y dicha convección es la responsable del movimiento de las placas tectónicas que flotan en el manto de la misma manera que un iceberg en el agua.

El vulcanismo se genera esencialmente de tres formas relacionadas con la dinámica de las placas:

acreción. Dos terceras partes de la actividad volcánica ocurren bajo el océano, en las zonas de divergencia, donde dos placas arrastradas por las corrientes de convección se levantan y separan dando origen a las dorsales. El magma es inyectado en la fisura producida, regenerando la corteza oceánica al enfriarse.

subducción. Se produce en zonas de convergencia entre dos placas tectónicas. Hay dos escenarios posibles. El primero ocurre cuando la placa oceánica coincide con otra del mismo tipo; la placa más antigua y de mayor densidad se desliza gradualmente bajo la otra y se funde en el manto. La placa superior se deforma por la fricción y crea una zona de distensión, el magma es expelido y forma volcanes que pronto emergen a la superficie como arcos insulares. De esta manera surgieron todas las islas del cinturón de fuego del Pacífico. El segundo escenario es cuando una placa continental se encuentra con una oceánica.

Tal como en el caso anterior, la placa más densa se hunde y se derrite en el manto mientras dobla a su contraparte continental, originando así una cordillera volcánica. La fricción una vez más hace de las suyas y se produce una enorme liberación de energía que empuja el magma hacia arriba en la zona de subducción.

puntos calientes. Son una especie de burbujas de magma provenientes de una fuente profunda —como la mesósfera o el núcleo exterior— que ascienden a la superficie en la mitad de una placa oceánica y adelgazan la litósfera debido a sus altas temperaturas, hasta formar una fisura. Entonces, grandes cantidades de magma son expulsadas en erupciones que pueden durar miles de años. Las islas hawaianas se formaron por medio de este proceso.

Volviendo una vez más a la superficie, podemos apreciar los resultados de estas milenarias transformaciones producidas por la actividad geológica y volcánica, que seguirán contribuyendo a la creación de nuevas tierras y a la modificación de las ya existentes.


José Antonio Valverde es un joven diseñador gráfico aficionado a la geología y a la vulcanología. Confiesa que le encantaría hacer un viaje al centro de la tierra como el narrado por Julio Verne en su famosa obra.

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